Los comienzos de su carrera parten de la base de la intangibilidad del Net.art y a medida que ésta avanza traslada esa información que existe detrás de lo textual (códigos fuente) a la fisicidad de sus obras, como ocurría en la colosal instalación Gran amarillo en Matadero o en las series Disolvente sobre tiffSouvenirDesapariciones, etc., en las que la naturaleza aparece velada mediante el borrado, erosión o troquelado de los diferentes materiales utilizados.

Más recientemente, la exposición La frecuencia Jürgenson partía de una tecnología capaz de hacer de medium, descubriendo actividades paranormales presentes en el entorno natural. Pericastó mismo es un terreno familiar no desvelado que Radigales se encarga de llevar al ámbito público mediante su indexación. Esta taxonomía, física y virtual, sirve de base para una investigación amplia que desarrolla en varios proyectos como el que ahora presenta en esta exposición.

Enrique Radigales.

Enrique Radigales.

En La cuarta generación, el artista se centra en materiales y mecanizaciones relacionadas con el ámbito de la técnica y la tecnología, así como una serie de acciones de activación de la pintura más propias de los procesos industriales. El pincel se sustituye por una amoladora creando efectos de luz sobre una superficie de aluminio, a veces impregnada con color, que resulta erosionada.

Pero trabajar la tierra implica no solo arañarla, también hay que cavar y extraer: el acrílico se inyecta desde el envés del soporte previamente perforado, pero se analiza frontalmente, como semillas surgidas de la tierra. Lo que se ve son los colores propios de Pericastó: el verde azulado del litonero, el gris pardo de la arenisca, el violeta de la malva, el siena tostado de la tierra… La pérdida de control en la ejecución es evidente, un recurso buscado que se aproxima a la aleatoriedad en los procesos naturales y no tanto a la destreza en la ejecución de una pincelada. Nuevas imágenes generadas ante un cambio de paradigma, para una ecología que ya no puede ser natural.

Una estructura de perfiles de aluminio (otro material extrusionado), comúnmente utilizada en el diseño de cadenas de montaje o servidores informáticos, atraviesa las dos salas de exposición. Esta instalación sirve de soporte para unas fotografías macro de virutas, fibras y otras máculas contenidas en la materia pictórica que ha brotado del soporte. Estas imágenes biomórficas se contemplan desde un plano nadir, casi desde bajo tierra. Un campo de visión artificioso en lo que se refiere a la disposición de obra en una galería, pero que subvierte la correspondencia entre pintura y fotografía en el ámbito del espacio figurado y plano pictórico.

Tampoco se parte de una ambición por la heterogeneidad en la formalización: la fascinación de Radigales por la tecnología y la naturaleza parte de la premisa de que ambas se están redefiniendo o replanteando constantemente y ese pulso genera una variante en el registro, ya sea a través de la pintura, la fotografía, la instalación o cualquier medio que le sirva para expresar el núcleo central de ese paradigma entre lo tecnológico y lo analógico. La cuarta generación es eso, una nueva muestra de Pericastó, sujeta a los condicionantes temporales y profesionales de una cadena de sucesión y de producción.