En 1833, Ford sale de España junto a su familia rumbo a Inglaterra. Su maleta protege más de 500 dibujos realizados durante tres años a lo largo de sus rutas por la península. De estos viajes surge la obra que le dio fama, un manual de referencia ineludible de la literatura de viajes en el siglo XIX, un libro que en sus sucesivas ediciones se publicó sin ilustraciones. Los dibujos, muy apreciados por Ford, fueron pegados en álbumes que se han mantenido en el patrimonio familiar.

Ford advierte que el lápiz y el papel son la mejor manera de aproximarse a ese “Oriente cercano y confortable” que España representaba en el imaginario colectivo de la Europa de la época. Cuando el libro se edita, la fotografía acaba de nacer, y quedaba mucho tiempo por delante para que se convirtiera en una herramienta útil y accesible para fijar la realidad.

Viajando por España a principios de la década de los 30, Ford utilizó pequeños cuadernos para las anotaciones y papeles de muy diversa calidad y formato para sus dibujos y acuarelas, «con estos dibujos trata de llevarse consigo la España que ha estado contemplando durante tres años», asegura Francisco Javier Rodríguez Barberán, comisario de la muestra.

Ocasión única

La exposición es el resultado de un largo proceso de estudio y selección de ese riquísimo material. Rodríguez Barberán ha centrado el proyecto en hacer visible la figura de Richard Ford en su dimensión de viajero y dibujante por la España del primer tercio del siglo XIX, buscando ofrecer un nuevo perfil que enriquezca el que ya goza de reconocimiento a través de sus textos.

La mayoría de los 203 dibujos seleccionados son obras inéditas hasta ahora, lo que convierte a esta exposición en una ocasión única para descubrir la imagen de España que embriagó a los viajeros románticos. Las representaciones del paisaje de Ford no se conocían entre la pintura española y servirán de referencia para los pintores posteriores. Ese conjunto de obras permite reconstruir la imagen de España, de sus monumentos y paisajes, muchos de ellos perdidos o cambiados por el paso del tiempo. «Ford dibujó ciudades que ya no existen y paisajes desnudos donde en la actualidad hay una ciudad», afirma el comisario.

El prestigio del viajero inglés se ha apoyado sobre todo en su Manual, pero la faceta gráfica de Ford sólo fue valorada por los especialistas en la época o por la aportación hecha en publicaciones sobre la iconografía de las dos ciudades en las que vivió de un modo continuado, Granada y Sevilla.

Sin embargo, la importancia de los dibujos es enorme: se trata del ‘gran álbum prefotográfico’ de la España de comienzos del siglo XIX. Ford realizó casi todas las obras en coincidencia con sus rutas por la Península Ibérica: eran pues apuntes del natural hechos con la voluntad de fijar lo visto por medio de sus habilidades artísticas.

Las cosas de España

No es, sin embargo, un artista profesional, como tampoco lo era su esposa Harriet, de quien también se exponen una pequeña pero interesante serie de dibujos. Tiene la mente puesta en un objetivo distinto: probablemente piense escribir más adelante sus impresiones sobre “las cosas de España”, como a él le gustaba decir, pero sobre todo lo que quiere llevarse consigo es una memoria objetiva de lo que ve.

Las limitaciones de su técnica quedan suplidas por algo mucho más importante: le atraen lugares a priori poco relevantes, y cuando se acerca al ámbito de lo urbano prefiere las vistas generales, e incluso disfruta retratando el entorno de las ciudades, su periferia; frente a los edificios singulares, opta por representar las calles y plazas con su actividad cotidiana. Sus dibujos y acuarelas sirven por tanto como memoria fiel de un tiempo y de un país que amaba, pese a tantas cosas en él que le producían rechazo.

Estas características conceden a su obra un carácter muy especial: no sólo es un fotógrafo antes de la fotografía –con el interés que ello conlleva, al haberse adelantado en el tiempo a los primeros registros sistemáticos de la España del XIX–, sino que aporta algunas cosas más que el valor que se le concede a un dibujo sobre la reproducción mecánica. Al no estar atado por ninguno de los condicionantes comerciales de los álbumes y colecciones fotográficas ofrece con su obra la exploración de temas que la fotografía no empezará a registrar hasta mucho tiempo después. Podría decirse, de modo gráfico, que Ford suele ampliar el plano más allá del monumento, o que abre su objetivo ante lugares y situaciones que tardarán en ser fijados en el negativo.

Recreación de las rutas

La idea central de la exposición es la recreación de sus rutas por España, de unos itinerarios que le llevan a lo largo de tres años a recorrer todo el arco del Levante, desde tierras almerienses hasta Barcelona; a tomar la Ruta de la Plata y, a través de Extremadura y Castilla, llegar a Santiago de Compostela; a moverse por el centro de la Península para visitar Madrid, Toledo, Salamanca, Segovia o Guadalajara; a rastrear las huellas de la historia en Andalucía, estableciendo su residencia en Sevilla y Granada.

Pero estos itinerarios no se ofrecen aislados, sino que se contextualizan a través de los temas presentes en su obra: el interés por registrar los paisajes de España, tan escasos de representaciones hasta esa época, previa a la eclosión del género que tendrá lugar poco tiempo después; la importancia que en esos paisajes concede a las ciudades, retratadas desde la distancia y a veces mostradas con el detalle y la precisión propia de un “curioso impertinente” –como denominó Ian Robertson a los viajeros de la época–; la atracción que siente por los monumentos heredados del pasado, lo que convierte sus dibujos en una fuente extraordinaria para la iconografía de estas obras antes de que apareciera el fenómeno de la restauración; y la ineludible presencia del orientalismo, una corriente estética que estará presente en la cultura europea del siglo XIX a partir del triunfo y difusión del Romanticismo.


Entre la civilización y la barbarie

«Los (viajeros) que aspiran a lo romántico, lo poético, lo sentimental, lo artístico, lo antiguo, lo clásico, en una palabra a cualquier tema sublime y bello, encontrarán en el actual y el antiguo estado de España material suficiente si vagan con lápiz y cuaderno en ristre por este curioso país, que oscila entre Europa y África, entre la civilización y la barbarie». Estas palabras están extraídas de un apartado introductorio del Manual para viajeros por España de Ford, publicado en Londres en 1844. El fragmento del más conocido libro de viajes anglosajón por España hace alusión a los dos principales temas de esta exposición: la construcción de una mirada y la forma de registrarla.

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