Defensor a ultranza de la belleza y de la "más noble y rica
tradición civilizadora europea", Fumaroli se vuelve a convertir en fino azote del desierto
globalizado al que conducen la banalización y la industria
de la imagen, en enemigo de las grandes falacias culturales de nuestro tiempo.

De la antigüedad grecorromana o el imperio bizantino a nuestros días, desde París, capital por excelencia de las artes en la Vieja Europa, a Nueva York, capital de las imágenes contemporáneas, viaje en el tiempo y en el espacio, este libro es, en realidad, una suma de tres: en el primero se habla del papel fundamental de la noción clásica del otium en la cultura como liberador de las energías del corazón; en el segundo se habla del arte contemporáneo y sus extravíos, y en el tercero del arte cristiano.

En el centro del debate

Marc Fumaroli, catedrático de la Sorbona y del Collège de France, ha dedicado gran parte de su carrera al estudio de la retórica y de la literatura francesa. Fruto de este trabajo son, entre otros, sus libros L’Âge de l’éloquence (1980), La Diplomatie de l’esprit (2001), L’École du silence (1994), Chateaubriand. Poésie et Terreur (2004) y Exercices de lecture de Rabelais à Paul Valéry (2006).

A partir de la publicación de El Estado Cultural (1991; Acantilado, 2007), Fumaroli se situó en el centro del debate sobre la política cultural europea. También en Acantilado ha aparecido su libro Las abejas y las arañas (2008), su edición de Cartas a su hijo, de Lord Chesterfield (2006), y de Amor y vejez, de Chateaubriand (2008).

Próximamente verán la luz El oráculo manual de Baltasar Gracián y su fortuna extraordinaria, La República de las letras y La edad de la elocuencia. Retórica y res literaria desde el Renacimiento al umbral de la época clásica.

 

Consulte en PDF un extracto de París – Nueva York – París. Viaje al mundo de las artes y de las imágenes

Marc Fumaroli-Collège de France

"No llamemos arte al arte contemporáneo", El País

"Andy Warhol era un escaparatista", Público

"Esta sociedad ha convertido a sus arquitectos en vedettes", El Mundo