Pero decía que se trata de una obra mastodóntica y no lo hacía en un sentido figurado, sino más bien literal: 600 páginas de la historia del grupo cómico más influyente de los últimos cincuenta años (si es que no de la historia). Un trabajo ímprobo llevado a cabo por Bob McCabe y de cuya traducción se ha encargado Álex Gibert.

McCabe se embarcó a principios de este siglo en la empresa de versar la historia de los Phytons. Fueron más de dos años en los que tuvo ocasión de entrevistar en profundidad a los integrantes del grupo vivos por aquel entonces: John Cleese, Michael Palin, Eric Idle, Terry Gilliam y Terry Jones (el bueno de Jones nos dejó hace justo dos años). A Graham Chapman, que falleció en 1989, no lo exhumaron para la ocasión (no me juzguen a mí, este tipo de bromas las hacen ellos constantemente), pero McCabe contó con la colaboración y participación de la pareja del cómico, David Sherlock, y de su hermano, reputado doctor londinense (por cierto, papel el de galeno que solía representar Chapman en los sketches del Monty Phyton’s Flying Circus).

El libro está planteado en formato testimonial y se divide en siete capítulos, que van desde los inicios hasta el final oficial del grupo en 1983 (bien es cierto que luego ha tenido sus propios renacimientos, ya sin Chapman, en 1989 y en 2013 y 2014). Además de las declaraciones de los miembros, McCabe nos ofrece un suculento e inédito archivo fotográfico que ilustra parte de la obra.

La autobiografía de los Phytons termina por convertirse en una extensa y profusa hagiografía, contada por ellos mismos a través de la pluma de McCabe. Este es quizá el único flanco débil del libro, ya que echo en falta una reflexión exegética que ponga todo en perspectiva y que permita entender qué aportaron al mundo de la comedia. ¿Café para muy cafeteros? Quizá, pero hay mucho cafetero de los Phytons en todo el mundo. De hecho podríamos calcularlos en hordas. Esto es así porque cambiaron para siempre el humor: su estela aún brilla y del estilo que implantaron beben hasta los cómicos más modernos.  

Porque, aunque el acervo popular asocia a los Monty Phyton con la inconmensurable y más vigente que nunca La vida de Brian (incluso esta reseña la utiliza en su título), su obra no puede reducirse a una película. Sería tan injusto como limitar el legado The Beatles a una sola canción o a un solo álbum (por cierto, Libros del Kultrum, en su empeño por sacarnos del ostracismo a los lectores españoles, acaba de publicar I-Me-Mine, una suerte de autobiografía de George Harrison, quien, como bien se documenta en el libro de los Phyton, fue una figura clave para que La vida de Brian fuera una realidad).

Así, la mayor aportación del grupo fue modernizar los códigos del humor, algo que hicieron mucho antes de La vida de Brian, formalmente su producto más convencional. Es probable que ya lo hicieran incluso antes de que se formara Monty Phyton, gracias a sus participaciones en programas televisivos como The Frost Report (creado por Cleese y Chapman) o Do not Adjust your Set (con un gran elenco de actores que incluía a Idle, Palin y Jones). Pero fue el mítico Monty Phyton’s Flying Circus, una serie televisiva de sketches emitida por la BBC entre 1969 y 1974, al mismo tiempo el germen y la apoteosis del humor Phyton y el fenómeno que derrumbó todos los cimientos del humor existentes hasta la fecha.

Su fulgurante éxito les permitió rodar dos largometrajes antes de La vida de Brian: Se armó la gorda y Los caballeros de la Mesa Cuadrada (permítanme que les referencie sus títulos en inglés, para que vean lo surrealista de las traducciones: And Now for Something Completely Different y Monty Python and the Holy Grail, respectivamente).

Después de La vida de Brian, los Phyton solo hicieron El sentido de la vida, errática cinta que, aunque contiene momentos desternillantes, ellos mismos reconocen que no debieron rodar. Así pues, La vida de Brian podría situarse casi en los estertores del grupo: su última gran obra y la cumbre de su carrera (los muy cafeteros refutarían denominarla así, pero no nos llevemos a engaño, ha sido su mayor éxito).

Pero, ¿en qué consistió esa revolución de los resortes del humor? Gracias a los británicos (aunque Gilliam sea estadounidense su aportación siempre se ha considerado menor), la comedia visual evolucionó de sustentarse básicamente en el slapstick y las situaciones de enredo al humor negro, la sátira y el absurdo, debido a su crucial componente verbal.

Es precisamente esta parte, la que relata cómo forjan las bases de su humor en su etapa universitaria, la que mejor se refleja en el libro. Hay algo que siempre me llamó la atención de los orígenes de los Phyton y que también nos refleja a la perfección cómo nuestra idiosincrasia patria dista leguas de la británica. A excepción de Gilliam, todos los Phyton eran estudiantes de Oxford y Cambridge. El ambiente académico e intelectual de estas excelsas universidades fue el caldo de cultivo propicio para lo que terminaron siendo, gracias a los grupos cómicos que nacían auspiciadas por ambas y de las que todos formaron parte. Eso demuestra que los ingleses se toman el humor muy en serio.

Es verdad que hay precursores que abrieron la senda a los Phytons, como ellos reconocen muy detalladamente en la autobiografía. Cabe destacar la del The Goon Show, un programa radiofónico de la BBC creado por Spike Milligan en el que participaba el inimitable Peter Sellers. Su influencia en el humor de los Phyton es innegable, pero ellos fueron los que trasladaron ese tipo de comedia verbal tan radiofónica al lenguaje visual, un hito que los ha colocado en el lugar del olimpo del humor que les corresponde.

Todo esto y mucho más está maravillosamente explicado por sus protagonistas en esta Monty Phyton Autobiografía (The Phytons), que podríamos considerar la biblia Phyton (para el titular me venía mejor utilizar la figura de Brian, por muchos motivos, no me hagan explicar el chiste). Muy buen café para los muy cafeteros gracias a Libros del Kultrum.