Las tertulias de rebotica tuvieron unas características propias que las distinguieron de las demás, tanto por el lugar en donde tenían lugar, mayoritariamente en el misterioso recinto donde el boticario también fabricaba sus fórmulas magistrales, “según arte”, como por el hecho de que, entre sus contertulios, había una presencia significativa de profesionales sanitarios, proclives no solo a comentar acontecimientos singulares o las turbulencias políticas del día, sino también a debatir los avances de la ciencia, a exponer sus puntos de vista acerca de las nuevas teorías que se iban abriendo paso o a proporcionar consejos para prevenir, aliviar o curar enfermedades, a pesar del escepticismo de  algunos, como el ilustrado Benito Jerónimo Feijóo: “El mejor remedio que tiene la Medicina es el que menos se usa…, no los cordiales que venden en la botica, en los cuales tengo yo poquísima confianza, sino otros cuya virtud es infalible, pues nos lo está demostrando la naturaleza a cada paso; todo lo que alegra el ánimo y refocila el corazón es cordial; y alegra el ánimo todo lo que es gustoso y grato al sujeto”.

Pero es que el padre Feijóo era un gran conocedor del Libro de los Proverbios y su imbatible recomendación de que el corazón alegre es buen remedio y hace buena cara, pero la pena del corazón abate el alma, y el espíritu abatido seca los huesos.

Para Mª Dolores Olmo, el origen de las tertulias de rebotica podría estar en las reuniones llevadas a cabo en las antiguas especierías italianas, mientras que Juan Torres Fontes las sitúa ya en nuestro país en la Baja Edad Media, quizás primero como un divertimento o para llevar a cabo juegos sencillos y, luego, como excusa para degustar una deliciosa merienda o explayarse en una entretenida cháchara acerca de los más curiosos sucedidos o temas de actualidad. Más tarde, adquirieron un carácter más culto y el debate político llegó a ocupar un papel relevante, llegando a considerarse la rebotica como uno de los lugares de parlamento constante acerca de los avatares de la nación e incluso del mundo entero.

Según dice Rosa Basante, en la Botica de la Reina Madre, que había abierto sus puertas a mediados del siglo XVI, originariamente en la calle Sacramento y luego en el número 59 de la actual calle Mayor de Madrid (justo al lado vivió y murió Pedro Calderón de la Barca), existió una tertulia por lo menos desde los tiempos de Isabel de Farnesio (a quien se debe el nombre del establecimiento) y Felipe V: “Al parecer en la rebotica se celebraban tertulias con personajes ilustres del mundo de la política y la literatura”, aunque, según comentario de José María Moreno, miembro de una generación de propietarios decimonónicos del establecimiento, el origen de la tertulia podría remontarse casi al del nacimiento de la botica: “Por los años de mil quinientos sesenta y tantos, ya era la botica el centro de reuniones de todos los nobles de la Villa y Corte de Madrid y en esos tiempos figuraba entonces como dueño un tal Cayetano García de la Almudena”.

Además, comenta la posible existencia de un túnel que conectaba directamente con el Palacio Real para el suministro de medicamentos a los reyes, aunque en el interior del Palacio estaba establecida la propia botica real. La actividad de la botica no se vio interrumpida ni siquiera cuando fue derruido el antiguo edificio en 1914 para construir el actual, ya que durante este tiempo se trasladó a un local de la casa de enfrente. Tampoco el eco salido de su rebotica acerca de los acontecimientos ocurridos en la villa y corte.

En 1733, José Hortega, uno de los boticarios más influyentes del siglo XVIII, instaló su farmacia en el número 19 de la calle Montera, de Madrid. El local constaba de un sótano, de botica, rebotica, laboratorio y almacén en la planta baja y de una extraordinaria biblioteca en el piso superior, en donde se creó una de las tertulias más celebradas de la época, por reunir a personajes ilustres del Siglo de las Luces, tertulianos que, en su mayor parte, eran profesionales de la medicina, la cirugía, la farmacia, la botánica y defensores de las ideas reformistas.

Entre sus paredes nació la Tertulia Médico Literaria, que sería el origen de la Academia Médica Matritense. Con el tiempo, Hortega sería nombrado Boticario Mayor de los Reales Ejércitos y director del Jardín Botánico madrileño. Legó la farmacia a su sobrino Casimiro Gómez, quien, además, fue el encargado de trasladar el Jardín Botánico desde las afueras de Madrid a su actual ubicación en el Paseo del Prado y fue el responsable de organizar varias de las expediciones botánicas al Nuevo Mundo durante el período ilustrado.

Por su parte, los antecedentes de la Academia de Ciencias Naturales y de las Artes de Barcelona (1764) habría que buscarlos en las provechosas conversaciones entre profesionales sanitarios y otras gentes de muy diversa procedencia científica y artística de la rebotica, convertida en una “pequeña universidad libre”, de Francisco Sala.

Tal y como cuenta Ángel del Valle, aunque su existencia viniera de más atrás, es a finales del siglo XVIII cuando se generaliza la expresión tertulia de rebotica, “cuando en cada pueblo de relativa importancia había el correspondiente boticario, hombre de enciclopédico saber, depositario de los avances científicos de su tiempo en cuanto atañía a las ciencias naturales y proclive a la conversación, la disertación y el chismorreo tertuliano”. A partir de la Ilustración y la difusión de las ideas de la Revolución francesa, las tertulias de rebotica se convirtieron en “foro y faro de cultura”, pero también en reflejo de un siglo ávido de progreso científico y prolífico en convulsos acontecimientos políticos.

A lo largo del siglo XIX florecieron las tertulias de rebotica no solo en ciudades como Madrid o Barcelona, sino también en las capitales de provincia, y aun en el medio rural, sembrándolas de ideas y debate. El farmacéutico solía dirigir la reunión y moderar a los distintos contertulios en sus opiniones acerca de lo propio y de lo ajeno y de las que, a veces, surgían interesantes iniciativas científicas, propuestas culturales o actividades sociales. En las líneas que siguen el lector puede encontrar un pequeño muestrario de las tertulias de rebotica más interesantes de la centuria decimonónica.

En Madrid, en la farmacia de Quintín Charlione, situada en los Caños del Peral, se reunían personalidades de corte progresista como Pedro Calvo Asensio, farmacéutico, congresista y escritor, fundador de El restaurador farmacéutico, Salustiano de Olózaga, que llegó a ser presidente del Consejo de Ministros y Pascual Madoz, creador del famoso Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar (1850) y destacado político (presidente de las Cortes y ministro de Hacienda del Gobierno de Baldomero Espartero).

La botica de Antonio Moreno Bote, situada en la Carrera de San Jerónimo, fue famosa por sus debates taurinos y, además de otras relevantes personalidades, su tertulia acogía al gran torero Pedro Torres cada vez que viajaba a Madrid. Por su parte, los catalanes Félix Borrell Font y su hijo Félix Borrell Vidal (además de farmacéutico fue un pintor destacado) mantuvieron abierta durante décadas la farmacia de La Bola verde, en la Puerta del Sol, cuya rebotica fue un gran alambique de ciencia, música, tauromaquia y las vanguardias artísticas. En cambio, fue en la propia Barcelona donde el boticario Francisco Giró instaló, en la calle de Asalto, una tertulia con aires de “academia”.

En la ciudad de Valencia era muy conocida la tertulia situada en la calle de las Barcas, a la que acudían médicos, abogados y farmacéuticos, y a la que se unió el premio Nobel Santiago Ramón y Cajal durante su estancia en la capital del Turia como catedrático de Anatomía en la Facultad de Medicina (1882-1887).

En Sevilla, adquirió bastante nombradía durante largo tiempo la tertulia de la botica fundada en 1830 por Gabriel Francisco Campelo Romo en la calle de San Pablo. En Pontevedra gozó de una enorme popularidad la farmacia que Perfecto Feijóo instaló en 1880 en la plaza de la Peregrina; en este caso, la tertulia se organizaba en un banco de piedra, situado al lado de la puerta de entrada. Por la rebotica de Feijóo, apasionado galleguista y entusiasta aficionado a la música, desfilaron numerosas personalidades del mundo de la política y de la cultura, tanto de Galicia como de fuera de ella: el general Francisco Serrano, Eugenio Montero Ríos, Práxedes Mateo Sagasta, Emilia Pardo Bazán, Ramón María del Valle Inclán, María Guerrero, Rosario Pino… Al parecer, algunas de estas personas aprovechaban sus estancias en el cercano balneario de Mondariz para dejarse ver por la botica y participar en las tertulias organizadas por el farmacéutico.

Mª Dolores Olmo, en su tesis doctoral, ofrece un retablo de las tertulias que encontraron refugio en las boticas de la provincia de Murcia y afirma que la farmacia de Eduardo Pico en Cartagena, un entusiasta progresista, fue un auténtico centro de conspiración entre reconocidos liberales, que contribuyeron al triunfo de la Revolución de Septiembre de 1868, conocida como La Gloriosa.

Por su parte, Federico Moldenhauer Gea hace esta interesante descripción de la farmacia fundada en el pueblo de Garrucha (Almería) en 1860 por su abuelo J. Ferdinand Moldenhauer Strecker, químico y farmacéutico de origen alemán, sobrino de Justus von Liebig: “En la Botica, detrás del mostrador, había una mesa de mármol que se utilizaba para la preparación de toda clase de fórmulas: aguas, pomadas, jarabes, píldoras, papeles, etc. La mesa tenía una balanza con una caja de pesas para pesar los componentes de las prescripciones (…). Dos puertas en arco comunicaban la botica con la rebotica, colgado de dichos arcos había jaulas con sus correspondientes colorines (…); allí estaban almacenados en lejas todos los tarros de pomada y aguas diversas (de rosas, de azahar, etc.), y en cajones inferiores toda clase de hierbas medicinales como el ruibarbo, la adormidera, y tantas y tantas raíces con su nombre en latín en el frontal de los cajones. Un lavabo con palangana toalla y botijo y un armario donde estaban clasificadas por tamaños las cajas de madera para despachar las pomadas y demás medicamentos, completaban la rebotica. También había una prensa donde se prensaban hojas y flores (de rosas, de azahar, etc.) para preparar las aguas”.

En fin, distintas generaciones de la familia Gabilondo a lo largo del siglo XIX (también del XX) mantuvieron sin cerrar las puertas de su farmacia y de su rebotica en Bermeo (Vizcaya), abiertas por primera vez a finales del siglo XVIII (Arantza Saratxaga).

Como curiosidad literaria, comentar que, finalizando el siglo XIX, el dramaturgo y periodista Vital Aza estrenaría en el Teatro Lara de Madrid el sainete en prosa La rebotica. La tertulia la mantienen Bernardino y Restituta, un matrimonio de boticarios, con gran entusiasmo por parte de la mujer, siempre dispuesta a ofrecer bizcochos, chocolate o un buen jerez a los contertulios, y con más trágala que otra cosa por parte de él, que siempre suele perder al tresillo en beneficio del cura: “Eso de aguantar todas las noches aquí al juez y a la jueza, y al registrador y a su hermana, y al cura y … ¡al demonio! es cosa que me aburre soberanamente”. Por ese mismo tiempo, Ricardo de la Vega y Tomás Bretón estrenaban la zarzuela La Verbena de la Paloma, que tenía por subtítulo El boticario y las chulapas o celos mal reprimidos, con el personaje de don Hilarión como protagonista con sus coqueteos con “una morena y una rubia, hijas del pueblo de Madrid”, y su mentalidad derivada del progreso positivista: “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”.

No se pierda el resto de artículos de la serie Tertulia y tertulias de rebotica.