Parece que el arte, precisamente una de las formas de expresión más antiguas, es actualmente uno de los mercados que sobreviven con nota a esta oscura y trágica situación económica. Los inversores alejan sus fortunas de los mercados financieros tradicionales y las acercan a la inversión artística.

Más que una tela

La mayoría de la población ve con recelo los éxitos cosechados últimamente en el mercado del arte. Últimamente no, desde siempre. Apenas se aprecia el valor histórico de una pintura, escultura o mueble. Conviene tener en cuenta que las obras de arte son únicas, realizadas por las manos de grandes artistas, y la mayoría de valor incalculable.

Las grandes obras están en posesión de los mejores museos. Si La Gioconda o nuestras “meninas” no tienen precio en el mercado del arte, ¿por qué cuando una obra alcanza un precio récord en el mercado del arte se ve con distintos ojos? Las casas de subastas siguen un meticuloso proceso a la hora de poner a la venta una pieza determinada. Sin la aceptación de los expertos y sin el paso por un estudio técnico de laboratorio no se puede llegar a una conclusión. Los precios se estiman según el mercado, pero hasta que la puja no llega a su fin el valor puede variar. Por ello, sus precios deben ser aceptados –puesto que bien valen su coste– teniendo en cuenta que en la mayoría de las ocasiones son piezas únicas y exclusivas.

El mercado del arte es la forma que tienen los coleccionistas para crear su propio museo particular. Y no es nuevo. A familias del Renacimiento como los Médici les siguen ahora otras como la del magnate ruso Roman Abramovich.

La inversión del momento

El mercado del arte es un mundo para todo aquel que, en primer lugar, valore el arte y, ¿por qué no?, vea en él una fuente de enriquecimiento tanto cultural como económica. Cierto es que la inversión en este campo está casi asegurada por las casas de subastas que sacan las piezas al mercado. El precio de una obra no tiene por qué bajar si se trata de artistas consolidados o de prestigio.

Lo curioso es que, pese a la crisis, el mercado internacional del arte apenas se ha visto obligado a tomar medidas drásticas; por supuesto, ha sufrido cambios y se han notado pérdidas, pero nada alarmante, es más, se siguen batiendo récords. Ha decaído la inversión en nuevos artitas, talentos emergentes cuya inversión no está garantizada.

Muchos coleccionistas son grandes entendidos en arte y buscan la exclusividad de las grandes obras. El bienestar económico de los pasados años hizo que el mercado se abriera a Oriente creando un nuevo tipo de comprador que demandaba un arte más específico; el arte actual más reciente, contemporáneo y arte oriental, incluyendo nuevos perfiles artísticos. Pero, por encima de ellos, el arte impresionista se mantiene a lo largo de las décadas como el favorito de los compradores.

En el marco nacional, el panorama es bien distinto. Tanto en gustos como en cifras. La demanda española se basa en el gusto por lo clásico, aunque poco a poco se acepta con mayor satisfacción el arte más vanguardista. España ha visto en este mes de febrero como su feria de arte contemporáneo más importante, ARCOmadrid, ha superado sus expectativas y todo ello es, simplemente, porque el arte es un bien tangible que no decae, equiparable únicamente al oro, bien fiable para estos tiempos tan inestables.

Cifras históricas

En mayo de 2008, la casa de subastas Sotheby´s alcanzó su record histórico en ventas en los 264 años que lleva en pie. Hace escasas semanas se vendió una escultura de Degas por 13 millones de euros. El International Herald Tribune afirmó que la venta de Impresionismo que incluía este Degas era la prueba clave para demostrar que el mercado del arte no ha perdido su incontenible valor.

Pero el caso más sonado ha sido una de las mejores subastas de todos los tiempos: la venta realizada por Christie´s de la colección de Yves Saint-Laurent y Pierre Bergé, convirtiéndose en una de las más importantes de la historia del mercado artístico. Se esperaba que los 700 lotes alcanzaran los 200 o 300 millones pero, finalmente, se llegó a los 373 millones de euros.

Esta colección es el reflejo de 50 años dedicados de búsqueda exquisita. Saint-Laurent y Bergé escogieron cada pieza de forma apasionada, recopilando obras de enorme calidad artística, intentando, como  afirma Bergé, imitar a los vizcondes de Noailles. Gracias a ellos, por fin se ha podido acceder a pinturas de grandes maestros como Matisse, Ingres, Gericault, Frans Hals o Jacques-Louis Davis, piezas que apenas se pueden ver en las subastas. Piezas que sólo se pueden ver en los mejores museos del mundo.