Hago referencia a este hecho, ya que cualquiera que tenga la suerte de disfrutar de la sobresaliente retrospectiva Martin Kippenberger: The Problem Perspective pensará que se encuentra ante un conjunto de obras hechas a lo largo de una larga vida, de fructífero y constante trabajo, y, sin embargo, no llegó ni a asomarse a lo que se considera la etapa de madurez de un artista.

Larga puede que no, pero intensa y productiva nadie puede negarlo, y si no me remito a las pinturas, esculturas, instalaciones, fotografías, pósters, anuncios, libros y música que creó a lo lago de veinte años de su vida. Una amplia selección de sus obras, entre ellas las piezas más relevantes, pueden contemplarse hasta el 11 de mayo en las salas del museo neoyorquino.

Viviendo al límite

Kippenberger, nacido en 1953 en Dortmund, es uno de los artistas más significativos e influyentes de nuestro tiempo. Hijo de un hombre de negocios y de madre médico, abandonó muy pronto la seguridad familiar, dejando de lado los estudios, los horarios y las reglas, y lanzándose a una trepidante carrera que le llevaría a probarlo, hacerlo y criticarlo todo.

Drogas, comunas, peleas, alcohol, arte, todo esto y mucho más tiene cabida en la vida de Martin Kippenberger, cuya existencia siempre estuvo al límite, andando sobre la cuerda floja y probando, probando sin parar, todo lo que se cruzaba en su camino. Tras ver frustrada su carrera de actor y después de muchas idas y venidas decidió probar con el arte, y a la vista está que esta vez realizó la elección adecuada.

Esta forma compulsiva de vivir, la traspuso también al arte, experimentando con todas las técnicas y maneras y llevándolas siempre hasta sus últimas consecuencias, creando así un sinfín de piezas que son siempre provocación pura.

Para Martin Kippenberger, no hay una línea que separe su vida de su arte; el hombre que era el centro de bienales e inauguraciones por su carácter burlón, sus constantes provocaciones y su tendencia a meterse en problemas está presente en cada una de las piezas que se pueden contemplar en la muestra. Y es que esta ambiciosa exposición, compuesta por obras que abarcan toda su carrera, pretende dar una visión completa de la figura del artista, reivindicando, por fin, la figura de un creador que ha sido unos de los principales referentes del arte de los 90.

Inteligente provocación 

La exposición nos lo muestra tal y como es, irreverente, transgresor y con un punto de travesura que roza lo infantil. Pero sus obras siempre tienen más fondo de lo que parece. Se trata de piezas de aspecto inofensivo y superficial, que no hacen sino esconder innumerables preguntas acerca de la responsabilidad del artista con la sociedad que le rodea, preguntas que ponen siempre en tela de juicio todos los clichés de un mundo lleno de convencionalismos y frases hechas.

El humor y el sarcasmo atraviesa todas y cada una de sus obras, usando ese ojo crítico no solo con los demás sino consigo mismo. Esto queda patente en los autorretratos que se pueden ver en las salas del MoMA, en los que el artista pasa de ser un joven y atractivo ídolo que descansa en un sofá a un ridículo scout subido en un diminuto caballo, para acabar representado como una gran rana crucificada. Obra cargada de polémica que demuestra, como dice la comisaria de la exposición Ann Goldstein, que nos enfrentamos a un “profundo productor de problemas”.

Excesos

Consciente de haber nacido en una época en la que todo estaba hecho, su importancia reside en haber creado un arte nuevo a base de conceptos y materiales que ya estaban ahí. Su obra es un cajón de sastre en el que todo tiene cabida, sus odios y sus pasiones, el pasado y el presente: Picasso, Picabia, el realismo socialista, el Pop, el Punk, Sigmar Polke, Joseph Beuys, el Neo-Expresionismo. La mejor demostración de esto, es la instalación The Happy End of Franz Kafka’s Amerika, que ocupa toda la parte baja del atrio, y que está inspirada en la parte final de la obra del escritor checo.

Martin Kippenberger vivió al límite hasta el final, excesivo hasta después de la muerte, como lo demuestra la retrospectiva que el Museo de Arte Moderno de Nueva York acoge hasta el once de mayo. Exceso de talento, de genio y de personalidad. 

 

Nueva York. Martin Kippenberger: The Problem Perspective. MoMA.

Hasta el 11 de mayo.

Comisaria: Ann Goldstein.