La jueza de instrucción de Grasse (sureste de Francia) inculpó a ambos el pasado 3 de mayo por receptación –beneficiarse de un bien a sabiendas de su procedencia de un hecho delictivo– después de que la Fiscalía de esa ciudad hubiera abierto una investigación judicial en diciembre, al descubrirse que la pareja guardaba en su casa de Mouans Sartoux (junto a la Costa Azul francesa) los 271 «picassos» inéditos realizados esencialmente en los años 1910 y 1920, y que, según su versión, les habían sido regalados por el artista poco antes de morir en 1973.

Punto de inflexión

Según la prensa francesa, el procedimiento judicial ha marcado un punto de inflexión con las informaciones aportadas por Claudia Andrieu, la directora jurídica de Picasso Administration, el organismo que gestiona la herencia del artista y que fue el que llevó este asunto ante los tribunales a finales del pasado año, cuando el electricista –que ahora tiene 71 años y estuvo trabajando entre 1970 y la muerte de Picasso en las propiedades que éste tenía en la Costa Azul– le llevó las obras para pedir que fueran autentificadas.

Además, la justicia ha ampliado sus pesquisas al que fuera el último chófer de Picasso de 1967 a 1973, Maurice Bresnu, muerto en 1991, al que el artista había regalado un centenar de dibujos y pinturas y 26 piezas cerámicas. Una parte de esa colección de Bresnu debía haber sido subastada en París el pasado 9 de diciembre en beneficio de seis herederos del chófer, pero la venta se aplazó a petición de éstos. Uno de los herederos es Pierre Le Guennec, del que se trata de esclarecer si entró al servicio de Picasso gracias a Bresnu, que era su primo.