Y, sobre todo, La Boca fue siempre el puerto de Buenos Aires hasta que, debido a su bajo calado, se trasladó al norte a finales del s. XIX. Esta circunstancia resultó un importante reclamo para los inmigrantes, que en gran número se instalaron en el barrio, principalmente italianos y, sobre todo, genoveses, otorgándole ya entonces su actual aspecto, a base de pequeñas y apiñadas casas -los conventillos- construidas a partir de chapas onduladas sobre pilares para evitar las inundaciones y pintadas con los sobrantes de latas de pintura que usaban los marineros para el mantenimiento de sus barcos. Como los restos de pintura no alcanzaban para pintar una casa toda de un mismo color, acabaron utilizando diversos colores, dando al barrio ese aspecto tan peculiar que aún hoy en día mantiene.

La mitología del tango

El barrio ha visto nacer cantantes, músicos, poetas y artistas plásticos, pero ha quedado sobre todo vinculado a la mitología del tango, un estilo musical y un baile rioplatense, propio de Buenos Aires y Montevideo, de carácter netamente urbano, interpretado por una orquesta típica con formación de sexteto y el peculiar bandoneón como instrumento esencial, y una coreografía diseñada a partir del abrazo de la pareja, lo que le convierte en un espectáculo sumamente sensual y complejo.

Lugares como Caminito, callejuela de apenas 100 metros inmortalizada en la famosa canción, un museo al aire libre, con estatuas, pinturas murales, bailarines de tango y actores callejeros que trabajan "a la gorra" (colaboración voluntaria),  y decenas de conventillos convertidos en restaurantes donde se degustan los tradicionales asados y los tangos se interpretan en directo, con auténtica pasión, sin apenas concesión a la estereotipada demanda turística. Bailarines, orquesta, cantantes y público, todos en vivo y junto al propio escenario, disfrutando de la magia de una noche porteña.