Los imperios asirio, babilónico, fenicio y persa tuvieron en común con Alejandro Magno el propósito de extender su poder más allá de sus propios límites. Estas grandes entidades políticas ocupaban un área comprendida entre la actual España e India, y formaban un corredor de comunicación entre el Mediterráneo y Asia. Territorios que fueron escenario de luchas incesantes, conquistas y saqueos de toda índole, pero también de un intenso comercio de materias primas, piedras preciosas y objetos manufacturados. De todo esto ha quedado un testigo fehaciente en la excepcional calidad y refinamiento de los objetos de lujo adquiridos por sus élites a lo largo de centenares de años.

Placa decorativa. Fortaleza de Salmanasar, Nimrud (Irak). 900–700 a. C. Marfil. © The Trustees of the British Museum.

Placa decorativa. Fortaleza de Salmanasar, Nimrud (Irak). 900–700 a. C. Marfil. © The Trustees of the British Museum.

La estabilidad fue crucial para la producción de artículos de lujo: los reyes asirios guerrearon por construir un imperio que abarcaba desde el Mediterráneo hasta el golfo Pérsico. Su dominio reavivó las rutas comerciales y la demanda de artículos de lujo, así como más tarde sucedió con otros imperios, como el babilónico y el aqueménida. Alejandro Magno fue una pieza clave en esta historia: ávido de las riquezas aqueménidas, fue conquistando tierras hasta que llegó a Oriente Próximo. Su triunfo aportó prosperidad y refinamiento a Grecia, y dio lugar a una mezcla ecléctica de elementos culturales: la helenización.

A partir de más de 200 objetos procedentes del British, esta muestra describe lo que supuso el lujo en un momento de la historia –entre el 900 y el 300 a. C.– en el que la opulencia definió el poder económico y político de aquellos antiguos imperios. Civilizaciones que llevaron a cabo interacciones complejas y en ámbitos diversos las unas con las otras, hasta el punto de generar una época de dinamismo y de gran prosperidad en una extensa región, que, a la larga, constituyó un gran premio para un gobernante extraordinariamente ambicioso, Alejandro Magno.

Los objetos de esta exposición –desde delicadas piezas de marfil y joyas, pasando por ornamentos de mobiliario, vidrios, cerámica y metales preciosos, hasta relieves asirios de gran tamaño– no sólo tienen un gran valor artesanal, sino que también fueron realizados con exquisito gusto y gran refinamiento. Permiten, además, percibir el contexto en el que fueron creados y las redes donde se comerciaba con ellos. Entre estas piezas destacan los relieves de pared del famoso Palacio de Nínive, así como las exquisitas miniaturas procedentes del Tesoro del Oxus, el mejor conocido de objetos de oro y plata de la antigua Persia.

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