La exposición, precisamente titulada Ad Reinhardt: «El arte es el arte y todo lo demás es todo lo demás», muestra no solo una amplia selección de su obra –que influyó de forma decisiva en movimientos como el minimalismo y el conceptualismo– sino también de su ingente trabajo como profesor, ilustrador, ensayista y autor de textos y viñetas. Reinhardt desarrolló una obra literaria y pedagógica fuera de lo común, combativa y atenta a las cuestiones ideológicas, políticas y sociales de su tiempo.

«Hay algo misterioso, incluso místico, en los lienzos negros cuadrados de 60 x 60 pulgadas de Ad Reinhardt. Concebidos para la contemplación, se van revelando con el paso del tiempo», escribe Lynn Zelevansky. Algunas de las célebres pinturas negras a las que se refiere la comisaria invitada de la muestra –casi imposibles de fotografiar y que requieren la presencia directa y pausada del espectador– pueden apreciarse ahora y hasta el 16 de enero en la sede madrileña de la Fundación.

Reinhardt consagró su pintura a una abstracción cada vez más radical. Miembro de la primera generación de la Escuela de Nueva York, practicó una estricta separación entre el arte y la vida, una división que tiene su reflejo en esta muestra, que quiere ser «una exposición radical sobre un artista radical», en palabras de Manuel Fontán del Junco, director de Exposiciones de la Juan March.

Con la voluntad de respetar su empeño de separar los ámbitos del arte y de la vida, tanto la muestra como el catálogo que la acompaña han sido concebidas en dos partes inseparables pero diferenciadas. Una primera (El arte es el arte…) incluye 47 pinturas y dibujos, y está dedicada en exclusiva a su obra plástica, que discurre de manera muy particular por la abstracción del siglo XX y desemboca en una renuncia radical a toda referencia externa; y una segunda, (…y todo lo demás es todo lo demás) que presenta 71 libros, revistas, periódicos, panfletos y demás material documental fruto de su labor como profesor, ilustrador, ensayista y autor de textos y viñetas.

Con esta división, el equipo curatorial, formado por Zelevansky, Fontán y María Toledo, propone al público una contemplación pausada y sin interferencias de las obras de Reinhardt, sin por ello hacer de menos a “todo lo demás”, aquello con lo que, en parte, se ganó ejemplarmente la vida.

¿Por qué esta exposición dedicada a Ad Reinhardt? Para Manuel Fontán del Junco por varias razones: «Primero, porque en 1991 hubo una retrospectiva que sus organizadores pensaron que sería la última y antes se celebró otra en la Staatsgalerie de Stuttgart en 1985. Es decir, hace más de 40 años que no se le dedicaba una muestra en Europa y nunca en España. Y también porque en los últimos años hemos seguido en la Fundación una cierta línea de lo que en el cine se llama ‘secundarios de lujo’, y creo que Reinhardt es uno de ellos, en la misma línea de los proyectos que hemos dedicado a Josef Albers o Lyonel Feininger, algunos de los cuales ni siquiera habían sido expuestos en nuestro país y otros ni siquiera en Europa».

La muestra ha contado con la colaboración de la Ad Reinhardt Foundation y con el apoyo de Terra Foundation for American Art.

Recorrido

En la Sala Blanca, que incluye únicamente las obras numeradas, «el recorrido es cronológico, vamos progresivamente avanzando hacia una depuración cromática y formal, pasando por sus pinturas rojas y azules hasta desembocar en su pintura negra, que desde el año 1954 hace en exclusiva, y a la que se consagra desde 1960 con el formato cuadrado de 60 x 60 pulgadas [152,4 x 152,4 cm]», explica María Toledo.

«Lo que quería Reinhardt –apunta Lynn Zelevansky– era crear pinturas con las que mantener una relación, que necesitaras pasar tiempo delante de ellas para poder apreciarlas. Ese reto lo consiguió llevar a cabo en las pinturas negras que pintó hacia el final de su carrera, que están en el límite de la visión»,  explica la comisaria invitada, que fuera asistente de William Rubin cuando el MoMA le dedicó su última retrospectiva en 1991.

Complementa la exposición la Sala Negra, Todo lo demás, que es «donde está el ruido, esa otra actividad a la que se dedicó para ganarse la vida y poder pintar con la libertad con la que lo hacía», afirma Toledo. «Separar un mismo ámbito con entradas diferenciadas es intencionado y creemos que responde a lo que a Reinhardt le habría gustado, que es separar el arte de la vida».

Así, en un ámbito separado al que reúne su pintura, la segunda parte de la exposición muestra otras facetas fundamentales de su actividad. Está dividida en seis secciones con títulos que aluden a frases o actividades del propio Reinhardt, como Mirar no es tan fácil como parece o Las palabras en el arte son palabras, y cada una permite acercarse a una de esas facetas fundamentales de su actividad al margen de la pintura, por ejemplo sus ilustraciones para publicaciones ideológicamente comprometidas y revistas comerciales; sus ilustraciones para el periódico progresista PM; sus críticas a determinadas instituciones museísticas o sus trabajos como autor de cómics de arte en revistas como ARTnews, Trans/formation y Art d’aujourd’hui.