Basterretxea, a lo largo de casi 60 años, desarrolló una intensa trayectoria creativa en la que ensayó ampliamente con multitud de técnicas y expresiones artísticas. Desde sus comienzos en la pintura hasta su irrupción en la escultura, pero sin olvidar las incursiones en el cine, el diseño industrial, gráfico y de mobiliario, los proyectos no realizados de arquitectura y urbanismo, la fotografía, el cartelismo o la escritura.

El crítico Juan Daniel Fullaondo se refería al «caleidoscopio Basterretxea», como expresión de la capacidad del artista para integrar dentro de su vocabulario formal estéticas, corrientes, estilos y tendencias antagónicas.

Los comienzos

Aunque es considerado uno de los principales renovadores de la escultura vasca de la segunda mitad del siglo XX, Basterretxea comenzó su actividad creativa como dibujante publicitario antes de dedicarse a la pintura de forma autodidacta. A finales de la década de 1950 se inició con Jorge Oteiza en el campo de la escultura, fue miembro fundador del Equipo 57 y colaboró con el Equipo Forma de Barcelona. En 1961 fue el único escultor seleccionado para representar a España en la VI Bienal de São Paulo (Brasil).

Poco después, en 1966, fundó junto con otros artistas el grupo vasco de vanguardia Gaur. En esa época comenzó también su actividad en al ámbito cinematográfico, fruto de la cual son, entre otros, los cortometrajes Pelotari (1964) y Alquézar (1966) y el largometraje Ama Lur (1968), todos ellos realizados con Fernando Larruquert. Posteriormente, ya durante los años ochenta, trabajó intensamente en el campo de la escultura pública, de la que pueden verse ejemplos en numerosas localidades vascas, así como en distintas ciudades españolas, de Estados Unidos, Argentina o Chile.

El Museo de Bellas Artes de Bilbao presentó en 2013 la exposición Forma y universo, la retrospectiva más completa celebrada hasta la fecha de la obra de Néstor Basterretxea.

En 2008, Basterretxea donó a este Museo las 18 esculturas que forman la Serie cosmogónica vasca, una de sus obras fundamentales, que es, además, uno de los conjuntos más reconocidos de la escultura vasca de la segunda mitad del siglo XX.