Aparte de escritor prolífico que abordó múltiples géneros, el francés Champfleury (1821-1889) fue coleccionista de objetos únicos y especialista en el arte de la porcelana. Ambas condiciones le ayudaron a dar forma al argumento de esta novela corta, donde comparecen los peores síntomas del coleccionismo patológico cuando dos amigos se disputan las mejores piezas de cerámica en Francia, las conocidas como fayenzas de Nevers: la rivalidad extrema, la desconfianza y el egoísmo crecientes, la mentira como estrategia, la venganza como objetivo, la amargura como estado vital, la depresión o directamente la locura. De todo hay en la historia de Dalègre, provinciano y felizmente disfrutón, que en una visita a París coincide con Gardilanne, un funcionario con ingresos exiguos con el que tuvo en su juventud una relación de amistad y que vive ahora obcecado con ampliar su colección de objetos raros y preciosos de valor desorbitado. Huelga decir que no es Dalègre el que contagia a Gardilanne su ganas de beberse cada día todo el catálogo de placeres mundanos (“una vida continuada de cacerías, cenas, bailes y fiestas”).

Las notas de comedia las pone la anciana sirvienta de Dalègre cuando su amigo se presenta por sorpresa. La metáfora de la ballena blanca melvilliana la encontramos aquí en el delicadísimo violín de fayenza cuya peripecia hace avanzar la trama. Lean lo que el narrador define como una “guerra silenciosa” entre dos “esclavos” infectados por el mismo virus y con escasas opciones terapéuticas a su alcance.

El violín de Fayenza

Champfleury

Traductor: Carla Fonte Sánchez

Editorial Periférica

144 páginas

16 euros