Aunque nacido en Sevilla, Aleixandre vivió toda su infancia en Málaga en el seno de una familia acomodada. Ya en Madrid, ciudad a la que se trasladó para estudiar Derecho y Comercio, ejerció como profesor de Derecho Mercantil en la Escuela de Comercio, entre 1920 y 1922. Antes, en el verano de 1917, a través de Dámaso Alonso descubre la poesía de Machado, Rubén Darío y Juan Ramón Jiménez, lo que le acerca a la Residencia de Estudiantes, en donde conoce a la estadounidense Margarita Alpers, destinataria de los posteriores poemas de Álbum, y con la que mantiene una relación que se mantiene hasta el regreso de ella a California en el otoño de 1921. Desde su condición bisexual, que siempre llevó con enorme discreción, Aleixandre mantuvo distintas relaciones, en su caso siempre pasionales.  

Delicado de salud, en 1925 sufre una nefritis tuberculosa que provoca que en 1932 le sea extirpado un riñón. En esos períodos de convalecencia intensifica una obra iniciada en 1926 con la publicación de los primeros poemas en la Revista de Occidente y establece amistad con escritores que frecuentan su casa, la famosa casa de Velintonia, entre ellos Alberti, Lorca, Neruda, Altolaguirre, Cernuda, Muñoz Rojas o Miguel Hernández, de los que en 1958 fijaría semblanza en su libro Los encuentros.

Denunciado en los primeros días de la Guerra, fue retenido en una cheka de la que fue liberado gracias a la intervención de Neruda, por entonces cónsul de Chile en España. Al tiempo que un bombardeo destruye su casa y la mayor parte de su biblioteca, su salud empeora gravemente y pasa en cama los dos últimos años de la contienda, tras la que, pese a sus ideas izquierdistas, decide permanecer en Madrid.  

A lo largo de 1940 se reconstruye su casa de la calle Velintonia, 3 (desde 1978 ha pasado a llamarse Vicente Aleixandre) que se convierte en un foro de poesía en el que se dan cita poetas nacientes y consagrados.

La obra de Aleixandre se abre en 1928 con la publicación en Málaga de Ámbito. Al que seguirán, en parte inspirados en el surrealismo de Rimbaud y Lautréamont, Espadas como labios (1932), La destrucción y el amor y el poemario en prosa Pasión de la Tierra, ambos de 1935.

Tras la Guerra Civil su obra da un significativo giro para adentrarse en la poesía social, adoptando un estilo aparentemente más accesible que entronca con los avatares -preocupaciones, ilusiones, frustraciones-  del hombre de la calle. Historia del corazón, en 1954, y En un vasto dominio, en 1962, son dos títulos esenciales de esa época.

Poemas de la consumación (1968) y Diálogos del conocimiento (1974) son los poemarios que, ya desde la serena reflexión y la aceptación de lo irremediable del paso del tiempo, cierran su ciclo creativo. Aunque en 1991 vería la luz En gran noche, publicación póstuma que recoge poemas no incluidos en libros anteriores.

Elegido académico en 1949, ocupó el sillón de la letra O de la Real Academia Española el 22 de enero de 1950 con el discurso de ingreso Vida del poeta: el amor y la poesía.

El 6 de octubre de 1977, la Academia Sueca le otorga el Premio Nobel de Literatura “por una obra de creación poética innovadora que ilustra la condición del hombre en el cosmos y en nuestra sociedad actual, a la par que representa la gran renovación, en la época de entreguerras, de las tradiciones de la poesía española”. Ese mismo año también fue condecorado con la Gran Cruz de Carlos III.

Aleixandre murió a consecuencia de una hemorragia intestinal en la noche del jueves 13 de diciembre de 1984. Fue enterrado en el Cementerio de la Almudena de Madrid.

No resulta sencillo elegir, aisladamente, una sola pieza dentro de una producción poética tan amplia y honda. Pero por temática, la que establece la exaltada pasión del cuerpo y el amor, rescatamos el poema A ti viva, que Aleixandre publicó incluyendo la cita de dos versos de Novalis: “Es tocar el cielo, poner el dedo/sobre un cuerpo humano”.

Cuando contemplo tu cuerpo extendido
como un río que nunca acaba de pasar,
como un claro espejo donde cantan las aves,
donde es un gozo sentir el día cómo amanece.

cuando miro a tus ojos, profunda muerte o vida
                                                  que me llama,
canción de un fondo que sólo sospecho;
cuando veo tu forma, tu frente serena,
piedra luciente en que mis besos destellan,
como esas rocas que reflejan un sol que nunca se hunde.

Cuando acerco mis labios a esa música incierta,
a ese rumor de los siempre juvenil,
del ardor de la tierra que canta entre lo verde,
cuerpo que húmedo siempre resbalaría
como un amor feliz que escapa y vuelve…

Siento el mundo rodar bajo mis pies,
rodar ligero con siempre capacidad de estrella,
con esa alegre generosidad del lucero
que ni siquiera pide un mar en que doblarse.

Todo es sorpresa. El mundo destellando
siente que un mar de pronto está desnudo, trémulo,
que es ese pecho enfebrecido y ávido
que sólo pide el brillo de la luz.

La creación riela. La dicha sosegada
transcurre como un placer que nunca llega al colmo,
como esa rápida ascensión del amor
donde el viento se ciñe a las frentes más ciegas.

Mirar tu cuerpo sin más luz que la tuya,
que esa cercana música que concierta a las aves,
a las aguas, al bosque, a ese ligado latido
de este mundo absoluto que siento ahora en los labios.