Ahora, justo tres décadas después, otra mujer, Adaia Teruel (Barcelona, 1978), se ha propuesto poner de nuevo el foco en historias de sexo reales contadas por sus protagonistas pero lo ha hecho en un libro cuyo título anuncia exactamente lo que ofrece: solo ellas y sexualmente activas si bien en una etapa especial, la cuarta década de la vida, cuando la rutina va ganando terreno o cuando, al contrario, llega la reinvención porque el tiempo empieza a jugar en contra y el deseo aún sigue intacto o directamente está en lo más alto.

Mujeres que follan son 28 testimonios a calzón quitado (he confirmado que esta expresión no admite la prenda femenina) y en primera persona pero con nombre falso. Pese al despliegue de posturas y fantasías lúbricas cumplidas y por cumplir que acumula por página, no dejan de ser en realidad historias de vida con sus desgracias, sus alegrías, con su mucho de tragedia en unos casos y su mucho de comicidad en otros.

Elogiemos la habilidad de Teruel para engancharte desde las primeras líneas. Algún inicio es antológico. ¿Quién no quiere conocer más al detalle la triste historia de Gloria, madre soltera de 45 años, si antes de entrar en materia empieza así? “Yo me lo he montado muy muy mal. Mi primera relación fue una mierda. La segunda también, porque el chico tenía una tranca descomunal. Me la metía y me dolían hasta las entrañas. Después me enamoré de un maltratador. Luego me casé con un hombre del que no estaba enamorada. Y, al final, acabé teniendo un hijo con un tío que es un cabrón. Tendría que haber un manual. ¡Me habría ahorrado muchos disgustos!”.

Asuntos de hoy, asuntos de siempre

Cada una a su manera, cada una demorándose más o menos, se abordan asuntos que no cambian y que son siempre igual y a la vez distintos por tantos motivos: el primer beso, el trauma de la primera vez, el sexo esporádico, la importancia del tamaño, las diferencias de hacerlo con él o con ella, el peso del qué dirán, la obsesión por el orgasmo (bueno, y un poco también por la penetración), los preliminares, la vida sexual tras el parto, el fingimiento del clímax para agilizar el trámite (con excepciones, como el caso de Luz, madre soltera de 44 años: “No sé fingir ni un orgasmo ni nada. También te digo que a veces, depende del polvo, por dentro estoy pensando: mañana para comer qué hago. ¿Lentejas?”), las confidencias de alcoba entre amigas o la necesidad de pensar en una misma (Edurne, 43 años: “Mi madre no paraba de repetirme ‘hija, no te olvides de ti, hija no te olvides de ti’. Supongo que su sexualidad no había sido plena y quería evitar que a mí me sucediera lo mismo. Las mujeres hemos de decir lo que nos gusta”; o Lidia, 40 años: “El sexo es para disfrutar. Y solo cuando cambias el chip, y entiendes que no es para procrear ni complacer a tu marido, es cuando lo disfrutas”).

Otros asuntos son más de los últimos años: el sexting, el poliamor, la eficacia del Satisfyer o el impacto de la novela Cincuenta sombras de Grey (2011) a favor del universo BDSM, tan lleno de imaginación y dominación y sumisión y disciplina y sadomasoquismo y seguro que alguna cosa más. Mención aparte merece el éxito de Tinder por el protagonismo que tienen en tantos testimonios. En ese sentido, llama la atención que no son una ni dos las que llevan fatal las faltas de ortografía cuando la relación empieza a través de mensajes de móvil. En este ámbito concreto del lenguaje, el caso de Lucía (47 años) y su relación tan caprichosa con los idiomas cuando lo está dando todo: “Me enloquece que me hablen en otros idiomas cuando estoy follando, sobre todo francés, italiano y portugués. Me disparo. Aunque no tenga ni idea de lo que me están diciendo. En cambio, el inglés y el alemán no me dicen nada”. O Adriana (soltera, 40 años): “Odio follar en catalán, aunque yo sea catalana. Si un tío me dice m’escorro o porca lo echo de mi casa”. En fin, enmendemos la plana a Woody Allen y digamos que el sexo solo es sucio si se hace bien… y está bien escrito y pronunciado.

Mujeres que follan. Historias de sexo real contadas por ellas. Adaia Teruel. Editorial Libros del K.O. 384 páginas. 22,90 euros