Así suenan los versos del poeta Dufay Bustamante que acompañan a las 54 imágenes que el fotógrafo Ricky Dávila expone, hasta el 21 de febrero, en la Casa de América de Madrid.

Nubes de un cielo que no cambia, verso de Dufay y título de la exposición, es un trabajo conjunto sobre la ciudad de Bogotá. El proyecto nace de la experiencia compartida entre un poeta visual y un poeta escrito. Este último fue el cicerone particular de Dávila durante su primer viaje a la capital colombiana, donde surgió una amistad que se prolongó durante dos viajes más y que desembocó en este fascinante trabajo. Los versos no están inspirados en las fotografías, sino que nacen de los momentos vividos en la ciudad. 

Una Bogotá personal

La atmósfera familiar de la urbe y su luz envolvente cautivaron a Dávila. La capital colombiana se convierte en escenario donde fotógrafo y poeta utilizan la metáfora para expresar su visión personal de la ciudad. Dávila busca correspondencias emocionales con ella, da cuenta de una Bogotá muy particular sin ninguna voluntad informativa ni tesis sociológica. “Mi tesis son mis fotos” afirma.

El camino a la metáfora

El fotógrafo recurre a la metáfora para explorarse a sí mismo ya que es la única forma de conocer el yo. Las premisas periodísticas que veíamos en los anteriores trabajos han cedido a una creciente introspección que percibimos a través de la poesía que desprenden estas últimas instantáneas. Esta evolución hacia una fotografía subjetiva iniciada con el nuevo siglo se aprecia también en otros trabajos como Manila, donde su fotografía es cada vez más instintiva y liberada ya de cualquier cliché periodístico; Ibérica, una colección de paisajes y retratos de diferentes personajes de nuestra península en la que se distingue claramente esta transición o No vodka on the moon, un trabajo muy personal que muestra un poemario visual realizado en Ucrania en 2007.

Aunque todavía podamos distinguir al primer Dávila en algunas de las fotografías, la mayoría de las imágenes están ya teñidas de un melancólico romanticismo que recuerda más a Anders Petersen y Daido Moriyama que a sus primeros maestros: Robert Frank, William Klein o Richard Avedon. Todos ellos le han enseñado a mirar y ayudado a evolucionar de una forma muy personal. Ahora busca la esencia poética con su cámara. Sus fotografías inquietan y esconden un misterio que ni él ni nosotros podemos descubrir. Miles de preguntas y todas o ninguna respuesta. Un hombre abraza un árbol, una Gioconda nos deja ver sus pechos, dos perros en una tapia, edificios que parecen volar… imágenes que seducen al espectador. Dávila es, como dice Fernando Denis, “un excelente, misterioso y exacerbado tramador de imágenes, que van más allá de la dócil conciencia de una fotografía, es la luz penetrando en la sombra y esculpiendo su miedo, su pavorosa belleza, su riqueza subterránea”.

Madrid. Nubes de un cielo que no cambia. Casa de América.
Hasta el 21 de febrero de 2010.