1. La ciudad antigua. El inicio del poblamiento del peñón toledano se debe a la existencia de un vado en el Tajo. Un paso obligado que se convirtió en el centro estratégico del interior de la Península Ibérica y permitió el primer auge de Toledo en la Prehistoria. La llegada de los romanos provocó un importante cambio en el aspecto de la ciudad, que trató de imitar a la propia Roma.

En el siglo IV, se puso a prueba su creciente importancia con los cambios que provocarían el fin del Imperio Romano y la desaparición de muchas ciudades. A comienzos del siglo V, la ciudad se consolidó como referencia urbana de la Meseta. La culminación de su encumbramiento vino de la mano de los monarcas visigodos que, en el siglo VI, crearon una de las sedes regias más destacadas de su tiempo.

Toledo se convirtió en la capital del primer reino verdaderamente hispano con los reyes asturianos en el siglo VIII.

Desgraciadamente, de esta época no conservamos grandes monumentos pero sí grandes ideas y conceptos.

2. La ciudad medieval. Con la conquista islámica, Toledo perdió la capitalidad en favor de Córdoba, pero mantuvo su condición de gran ciudad. La presencia islámica provocó una serie de transformaciones que se acentuarían en el siglo XI con la consolidación del reino taifa toledano.

Del mundo islámico conservamos mezquitas como las del Cristo de la Luz o de Tornerías, obras literarias e ideas y planteamientos urbanos que han seguido vigentes hasta el siglo XX. En esta herencia hay que incluir la llamada Escuela de Traductores de Toledo, que tuvo su desarrollo en los siglos XII y XIII, aunque hunde sus raíces en las bibliotecas andalusíes. El papel de los traductores fue fundamental en la historia de Europa al permitir que llegaran a las universidades el saber antiguo y oriental acumulado en Toledo y se impulsara el desarrollo de la cultura occidental.

Hay que destacar también otra herencia de carácter inmaterial: el mudejarismo, un concepto que supera el marco arquitectónico y se convierte en ejemplo de convivencia entre gentes de religiones y culturas diferentes.

3. La ciudad moderna. Debido al papel jugado por Toledo como referencia política y cultural, la ciudad se convirtió en la sede cortesana del Imperio hispánico del siglo XVI. Fueron cambios que afectaron a las formas pero también a las ideas, ya que la población que había actuado como abanderada de la multiculturalidad pasó a serlo del cristianismo más excluyente.

Las necesidades crecientes de la Corte provocaron el traslado de la capitalidad a Madrid. La decisión no supuso un problema inmediato para Toledo, que se convirtió en centro espiritual de la España de la Contrarreforma. La ciudad palatina se transformó en una ciudad convento dotada de una vida intensa en la que destacaban personajes como Cervantes, Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca, Teresa de Jesús o el propio Greco, que encontró el ambiente intelectual propicio para desarrollar su genial obra artística.

4. La ciudad contemporánea. Las guerras, la evolución de la sociedad y la desamortización acabaron con la ciudad conventual. La drástica disminución de las instituciones religiosas producida a comienzos del siglo XIX provocó el colapso de su escasa industria y el inicio de una crisis que contrastó con la situación vivida en la mayor parte de nuestras ciudades. Toledo permaneció intacta hasta su “descubrimiento” por los viajeros románticos.

El turismo, la formación militar y el auge de las administraciones públicas sirvieron de base a una ciudad nueva y funcionarial que es la que mantiene el pulso en nuestros días.

Ese es el verdadero valor de Toledo. Una ciudad que ha sabido cambiar conservando las huellas de cada uno de los programas culturales o políticos que ha conocido, en los que participaron personajes tan universales como el Greco.