Licenciada en Periodismo y residente en Alcorcón (Madrid), Santos, que desarrolla su profesión en el área de gestión administrativa de la sanidad pública, comenta: “En mis relatos siempre he perseguido conocer, desvelar lo oculto, contar algo que me obsesiona pero que se me escapa, atrapar en unas pocas páginas una historia que a veces puede abarcar toda una vida”.

Sobre el que ha merecido el accésit, el jurado argumentó que “muestra su calidad narrativa en una prosa muy cuidada, con un intencionado trasfondo literario, en la que se entremezclan memorias del pasado, sensaciones, sentimientos y experiencias de juventud con el presente, de forma que toda la trama y la reflexión conducen al lector por un laberinto de amistades peligrosas, pasiones amorosas y celos literarios en el que se siente atrapado, pero en el que, en todo momento, sabe dónde está el hilo dejado por el autor para poder escapar… hasta que llega la vuelta de tuerca final”.

– ¿Qué ha supuesto para usted lograr este reconocimiento?

Ya desde su primera convocatoria este premio despertó en mí un gran interés, y lo hizo por poner en valor el relato como género, pero también la escritura y la lectura y el trabajo del maestro, al que siempre he reconocido como el artífice de esa primera afición que fue para mí la lectura y el gusto por los libros en la primera escuela, y que no me ha abandonado nunca. Por ello me resulta aún más gratificante que mi relato haya sido seleccionado entre tantos.

– ¿Escribe habitualmente?

Sí. Mi tránsito por la literatura se inició con la publicación en Debate de la novela El borde de la luz (1994), a la que siguió en 2001 en la misma editorial el libro de relatos Esperando lo que temo.

– ¿Cuáles son sus autores favoritos?

Del mismo modo que en la escritura me reconozco como diletante, la lectura, en cambio, siempre me ha acompañado y ha sido una constante en mi vida. Y si tuviera que señalar a mis autores favoritos sería una larga lista. Pero sí puedo destacar la literatura de Nabokov, Truman Capote, Italo Calvino, las novelas de Elena Ferrante, Lucia Berlín, Lídia Jorge o Lolita Bosch. Pero también los relatos de Chéjov, la narrativa de Alice Munro, de la que me declaro admiradora, y el libro de relatos Morfina, de Mijaíl Bulgákov, del que aprendí como en ocasiones la propia vida nos ofrece el mejor, el más emocionante y maravilloso material para nuestras historias.

– ¿Por cuales se siente influenciada a la hora de escribir?

Imposible aproximarme siquiera a sus narrativas, pero en mis relatos siempre he perseguido conocer, desvelar lo oculto, contar algo que me obsesiona pero que se me escapa, atrapar en unas pocas páginas una historia que a veces puede abarcar toda una vida. En ocasiones lo hago contando historias de atracciones cruzadas, de encuentros y desencuentros; evidenciando el doblez de las relaciones, los secretos que, entre amigos o amantes, se creen guardados y afloran, la lógica o la sinrazón de los comportamientos.

– ¿Cómo surgió Perros verdes?

De la pregunta que en ocasiones me planteo al escribir: ¿De dónde salen los personajes? ¿Qué relación guardan con el narrador? ¿Cómo llegan a mí y de dónde vienen? ¿De qué manera se imponen y toman la voz, y desean ser contados y que les cuente y contarme…?

– ¿Por qué el lector debería acercarse a este relato?

Me interesan las palabras como materia de la que están hechas las historias, el juego y la construcción al darles forma, la escritura como deleite, como búsqueda y conocimiento. Perros verdes es una historia de desafíos, un juego de espejos en el que narrador y personajes se buscan y se encuentran; llena de huecos y aristas que a ratos parecen romas y a ratos hieren. Una liza de miradas cruzadas que, finalmente, son los mimbres con los que se trama el relato en el que me gusta dejar vacíos y espacios para que el lector los complete y termine por hacer suya la historia.

– ¿Considera que la lectura y la escritura ocupan el lugar que le corresponde en la sociedad?

No dudo que, como a tantos escritores, mi deseo sería que tuvieran un papel aún más preeminente, un lugar más destacado en una sociedad que en ocasiones nos arrolla. Y no solo porque sin la escritura y la lectura no tendríamos conocimiento de nuestro pasado, sino porque, además de una manera de perdurar, dibujan horizontes en el pensamiento y nos hacen curiosos e imaginativos, y nos permiten transitar por espacios de libertad y creatividad que sólo las palabras y el lenguaje son capaces de regalarnos.

Los ganadores

No se pierda las entrevistas al resto de ganadores del III Premio Internacional de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz:

Franco Emiliano Marín Ortiz: «Al escribir busco lo imprevisto»

Accésit por su relato Irse bien

Francisco López Serrano: «Mi relato surgió como un experimento sociolingüístico»

Finalista por su relato El malro aquel de Disco Gabana

José Payá Beltrán: «Escribo lo que me gusta leer»

Primer premio por su relato Piedras