Bello

Parafraseando a Fernando Trueba, que escribió que Totó era probablemente el mejor rostro del cine pese a Rita Hayworth o Gene Tierney, nadie puede negar que Franco Battiato es el mejor rostro de la música italiana. Es muy posible que en esa categoría el trono europeo sea propiedad de otro superdotado para la melodía, Serge Gainsbourg, otro de esos tipos cuyas facciones tan poco agraciadas producen verdadera fascinación. Por cierto, ambos probaron suerte como escritores, cineastas, actores y pintores, y demostraron que la máxima del francés era cierta: la fealdad es superior en una cosa a la belleza: dura más. Battiato, un hombre bello a su manera, siempre elegante aunque fuera con modelos imposibles, que se acercaba al micro con la alegría gestual del humorista Eugenio y con una napia que no era de este mundo (“una nariz como la mía o la aceptas o te pegas un tiro”, le dijo hace cinco años a la periodista Irene Hernández Velasco).

Bailón

No solo tenía una cara difícil, tampoco había nacido para improvisar coreografías e hizo de esa limitación otro rasgo de estilo que encandilaba al personal. Le gustó siempre experimentar y se sentía cómodo, de vez en cuando, en el papel de compositor vanguardista pero aún disfrutaba más llegando al gran público con su faceta más pop y poniéndole a bailar mientras él aleteaba sobre el escenario.

Bueno

¿Era un hombre bueno? Sabemos que quiso y cuidó mucho de su madre, que criticó a George W. Bush por las razones esgrimidas para iniciar una guerra de Irak en 2003 y que lamentó abiertamente unos años después los desmanes de Silvio Berlusconi, pero Battiato era bueno por ser Battiato, por ser bueno en lo suyo, por su talento, por su capacidad para crear un universo musical tan versátil, profundo y hermético como vacilón, delirante y accesible.

Podía ser tan romántico como intelectual; podía hacer letras con un filósofo y esforzarse por ganar el festival de Eurovisión, y no dejar en ningún momento de ser él mismo. Estos días arderán Spotify y Youtube con nuevas escuchas de sus canciones y visualizaciones de sus videoclips más populares. Conviene por ello recordar la grandeza de los discos que alojan algunos de esos hitazos que se convierten en árboles inmensos que no dejan ver un bosque lleno de joyas menos conocidas que merecen mucho la pena. Hablo de álbumes como Patriots, Mondi lontanissimi, Fisignomica, Come un cammello in una grondaia, la serie de elepés Fleurs, con versiones de lo más variopinto, o L’arca di Noè, pero sobre todo hablo de La voce del padrone, una obra para quedarse a vivir en ella, que no tiene desperdicio desde la apertura con Summer on a solitary beach al cierre con Sentimiento nuevo.

Cantaba en castellano con encanto similar al de Nat King Cole, Caetano Veloso o su compatriota Mina. Fue un hombre bueno, bello y bailón que hasta hace nada seguía entregando discos excelentes, algunos con versión española, como Apriti Sesamo/Ábrete Sésamo (2012/2013), motivo por el cual le echaremos aún más de menos.