Se trataba de celebrar –con algo de retraso– los cuarenta años de existencia de Discos Radiactivos Organizados, el sello que no es que cambiara el rumbo del panorama musical español sino que lo hizo posible. Hizo posible, al menos, el establecimiento, la consolidación de una escena completamente nueva que no tenía nada en absoluto en común con lo que había hasta la fecha.

El espíritu, pues, de aquellos jovencísimos pioneros que, sin recursos ni conocimientos, pero sí con criterio e intuición, desparpajo y energía, se enfrentaban al enorme reto de montar una empresa para editar discos por los que en principio parecía difícil que nadie fuera a interesarse, distaba mucho de lo que suponía el festejo aquel; del espíritu que, en fin, inspira el propio trabajo de DRO actualmente y desde hace décadas.

En referencia al mentado evento, Julián Hernández, guitarrista de Siniestro Total y timonel principal del grupo desde la deserción de Germán Copini, comentaba en la red social antes conocida como twitter que “esto es un evento de Warner, sucursal en caída libre de una discográfica en manos de un fondo de inversiones y dirigida de facto por un equipo de abogados. Son propietarios de un catálogo heredado que ya es la única justificación de su existencia”.

Coincidiendo con este cuadragésimo aniversario, DRO ha publicado una caja de exquisita presentación que, además de un libreto con profusión de fotos y notas, reproducción de portadas de discos y unas cuantas pegatinas con los logotipos de los sellos involucrados, incluye cuatro álbumes de vinilo y cuatro discos compactos que recogen una amplia selección del catálogo del sello.

A Julián Hernández y a cualquiera que disfrutara de los formidables y personalísimos discos que la compañía publicaba en sus efervescentes primeros tiempos se le cae el alma a los pies al ver nombres como los de Parálisis Permanente, Aviador Dro y sus Obreros Especializados, Gabinete Caligari, Esclarecidos, Derribos Arias o los propios Siniestro Total junto a los de Jarabe de Palo, Fito & Fitipaldis, Alex Ubago, Rosana, El Sueño de Morfeo o Javier Álvarez. Al margen de la hipotética calidad y relevancia de estos últimos, los motivos por los que la aparición de DRO es un hito en la historia de la música pop de nuestro país nada tienen que ver con ellos. Cualquier compañía establecida de la época los habría fichado. Y, por supuesto, habría vendido un buen montón de discos.

Otra cosa muy diferente es qué habría sucedido con la incipiente y esquelética escena independiente de 1982 sin la aparición de DRO. Quizá nada de nada.

Lo que en un principio se llamó la nueva ola –la aparición de una nueva generación de grupos sin conexión alguna con la escena musical del momento– había surgido ya a finales de los años setenta. El fin de la dictadura y la creciente influencia de lo que sucedía sobre todo en Estados Unidos e Inglaterra, que a duras penas iba calando entre una juventud que ardía en deseos de luz y movimiento, propiciaron el caldo de cultivo adecuado para la formación de aquellos primeros grupos.

El proverbial despiste de las compañías discográficas establecidas propició que, una vez superada una primera fase de ensayos y algunos conciertos en pequeñas salas con el ánimo de pasarlo bien como única motivación, los primeros movimientos de los grupos en busca de un contrato discográfico fueran ciertamente complicados.

Lo tuvieron más fácil los más “aseados” y relativamente convencionales. Los grupos más fácilmente asimilables por los criterios de las grandes discográficas, como Los Secretos, Nacha Pop, Mamá, Alaska y los Pegamoides, Ejecutivos Agresivos o Radio Futura encontraron acomodo en sellos como Polydor o Hispavox, aunque nunca estos se lo llegaron a creer del todo y sus apuestas fueron más bien tímidas. A pesar de que en algunos casos llegarían a ser formaciones icónicas del pop español, ninguno de esos grupos, salvo, en todo caso, Alaska y los Pegamoides, tuvo un éxito demasiado sólido en aquellos primeros tiempos.

Un movimiento meritorio y significativo fue el que hizo Zafiro (compañía que entonces editaba los discos de Mocedades y Serrat, entre otros) con la creación de Chapa Discos, a instancias de Vicente “Mariscal” Romero, periodista y productor especializado en rock duro. Romero había conseguido que la por entonces poderosa Movieplay lanzara un disco recopilatorio con algunos de los grupos que formaban parte de “El Rollo”, etiqueta acuñada en la época precisamente para englobar a los nuevos grupos de rock que escapaban a los presupuestos estéticos dominantes. El álbum Viva el Rollo Vol 1 fue lanzado con poca convicción y apenas contó con el apoyo promocional de su propia discográfica, pero empezó a dar a conocer a grupos como Tílburi, Indiana o Burning.

El escaso interés mostrado por Movieplay hizo que el Mariscal Romero se dirigiera a Zafiro, que lo puso al frente de su subsidiaria Chapa Discos, una especie de singular cajón de sastre en el que se juntaban grupos del entonces llamado “rock urbano” (Asfalto, Leño, Topo o Bloque) con nombres más fácilmente ubicables en la nueva ola: Kaka de Luxe, Mermelada, Los Elegantes. 

Pero sí, el salto cualitativo definitivo para la renovación del panorama musical lo protagonizó, sobre todo, Discos Radiactivos Organizados.

La aventura del nacimiento de la compañía y sus primeros años de crecimiento y desarrollo (narrada, por cierto, con profusión de datos y la participación de muchos de sus principales protagonistas –y también actores secundarios– por Laura Piñero en su exhaustivo volumen Aquellos años accidentales) es ciertamente fascinante.

Cuando llevaban unos cuantos meses ensayando y actuando en algunas salas de Madrid, con cierta respuesta por parte de un público inquieto y sediento de novedades, Aviador Dro y sus obreros especializados decidieron que era el momento de tratar de registrar algunas de sus canciones en un artefacto comercializable. Aunque no había estado en sus planes cuando se formó el grupo, de forma natural había llegado la hora de grabar un disco.

De manera relativamente rápida y sencilla lograron un acuerdo con Movieplay, que en el otoño de 1980 publicó un sencillo con La chica de plexiglás en la cara A y Láser en la B. La compañía se desentendió del lanzamiento y la promoción del disco y a los pocos meses ambas partes acuerdan la rescisión del contrato: “Nunca se nos olvidará cómo se rieron de nosotros”, recuerda Servando Carballar, principal timonel del grupo y, a la postre, fundador de DRO, en las páginas del libro de Piñero.

El desinterés de Movieplay, por tanto, acabó resultado una bendición y la fundación de DRO fue una audaz y afortunada huida hacia delante de un grupo en plena fase ascendente pero consciente de que si no editaban ellos sus propios discos nadie lo haría. Solamente les costó una pequeña ronda de visitas, maqueta en mano, por las discográficas del momento para constatar que ninguna de ellas querría nunca apostar por esa música extravagante y disparatada, por aquella panda de jovenzuelos que apenas sabían tocar sus instrumentos y que salían al escenario con disfraces estrafalarios y soltando rocambolescas consignas pseudopolíticas.

Al mismo tiempo, sin embargo, algunos periodistas y locutores de radio empezaban a hacerse eco de aquella remesa de nuevos grupos. Las maquetas de todos ellos sonaban en diferentes emisoras y, en paralelo, el público que acudía a los conciertos en salas como El Sol, Marquee, Rock-Ola, el Jardín, Carolina, el Teatro Alfil y los salones de actos de los colegios mayores y facultades y escuelas universitarias iba haciéndose cada vez más numeroso y fiel.

Inspirados por lo que ocurría en Estados Unidos y, sobre todo, en las Islas Británicas, donde proliferaba la aparición de pequeños sellos independientes que editaban montones de discos formidables que, además, entraban regularmente en las listas de éxitos, los miembros de Aviador Dro resuelven los trámites legales y burocráticos correspondientes y lanzan en febrero de 1982 su nuevo Ep, Nuclear sí, primera referencia del flamante nuevo sello.

Más allá de las previsiones más optimistas, las primeras tiradas del disco se agotan rápidamente y en pocos meses alcanzan las 5.000 copias vendidas. Discos Radiactivos Organizados había nacido para editar los discos del Aviador Dro, pero, una vez en marcha, enseguida se confirma la opción de editar referencias de otros grupos que hasta entonces habían permanecido tan huérfanos como ellos mismos.

Con una infraestructura mínima centralizada en el piso de los padres de Carballar en el barrio de Prosperidad y sustentada en el trabajo desinteresado de unas cuantas personas que sacaban tiempo de donde podían y compatibilizaban su nueva actividad con sus estudios o trabajos convencionales, DRO, en alianza con Grabaciones Accidentales y Tres Cipreses (otros dos pequeños sellos de similar filosofía) se convirtió en la plataforma desde la que desarrollaron sus respectivas carreras muchos de los más interesantes, personales y atractivos grupos de la época. Grupos que en muchos casos lograron éxitos más que notables y que difícilmente habrían tenido la menor repercusión sin el definitivo empujón que supuso la aparición de DRO, que no solo editó todos aquellos discos esplendorosos, sino que sirvió de ejemplo y guía a un buen montón de pequeños sellos que aparecieron por todo el país a partir de entonces.

DRO creció mucho y muy rápido, empezó a tener algunos discos de éxito colosal y se convirtió en una compañía poderosa capaz de competir casi con cualquiera. En consecuencia, perdió buena parte de su esencia y a partir de finales de los ochenta su catálogo empezó a ser tan convencional y previsible también como el de casi cualquiera.

No importa. Cuarenta años después asombra y deslumbra lo que hicieron. Y, sobre todo, los discos que editaron siguen sonando a gloria bendita.

Aviador Dro y sus obreros especializados. Nuclear Sí.

Siniestro total. Ayatolah.

Glutamato Ye-yé. Corazón Loco.

Parálisis Permanente. Tengo un pasajero.

Gabinete Caligari. Golpes.

Los Coyotes. Extraño corte de pelo.

La décima víctima. Tan Lejos.

Derribos Arias. Branquias bajo el agua.

Alphaville. La escalera.

091. Fuego en mi oficina.

Mogollón. Secuestro en el portal.

Danza Invisible. Mis ojos hacia ti.

TNT. Guernika.

Nacha Pop. Como hasta hoy.

Cardiacos. La Costa Oeste.

 Os Resentidos. Galicia caníbal.

Loquillo y los Trogloditas. Pégate a mí.

Esclarecidos. Arponera.

Duncan Dhu. Casablanca.

Farmacia de Guardia. Cazadora de cuero.