La muestra, que permanecerá abierta al público hasta el 1 de noviembre en la Sala de Exposiciones del Ayuntamiento de Baeza, está formada por 180 piezas entre las que figuran manuscritos, documentos, recortes de prensa y alguna obra de arte dedicada al poeta.

Amplio programa

El centenario cuenta, asimismo, con un amplio abanico de actividades que se están sucediendo a lo largo del año y que no tienen como único centro el Ayuntamiento de la ciudad. Entre las más destacadas hay que señalar dos certámenes de poesía (el XVI Premio Internacional de Poesía «Antonio Machado en Baeza» y el I Encuentro de Poesía Joven «Ninguna voz es mía»), un concurso de cortometrajes para jóvenes realizadores, el estreno de una pieza teatral (Habitación de tres muros) y, como no, la celebración del ‘Congreso Internacional Conmemorativo Antonio Machado y Andalucía: Cien años del encuentro de Antonio Machado y Baeza (1912-2012)’, dirigido por el Dr. Chicharro Chamorro de la Universidad de Granda.

También se puede ver en el Archivo Histórico Municipal la exposición paralela Baeza en tiempos de Machado, que ayuda a entender la relación del poeta con la ciudad y con su historia. Durante aquella década, Baeza vivía, como el resto de España, tiempos difíciles, según atestiguan los documentos reunidos en este archivo. Encontramos testimonios que dan fe del empobrecimiento de la población (hay datos precisos de gasto público), pero también del compromiso optimista de Machado con la ciudad, participando, como es lógico, en actividades de índole cultural como la que se dedicó a Cervantes en 1916.

La labor de Machado

No hay que olvidar que Machado llegó a Baeza (la «Salamanca andaluza» como dejó escrito en una epístola) para trabajar como profesor bajo el nombramiento de Catedrático de Lengua Francesa del Instituto General y Técnico, siendo director su amigo de la infancia Leopoldo de Urquía. Por allí pasarían, como alumnos, futuras personalidades de la vida política como José Yanguas Messías (ministro de Alfonso XIII) o Ramón La Moneda (político de la II República), así como algún ilustre profesor de la talla de don Jaime Vicens Vives.

Heme aquí ya, profesor
de lenguas vivas (ayer
maestro de gay-saber,
aprendiz de ruiseñor),
en un pueblo húmedo y frío,
destartalado y sombrío,
entre andaluz y manchego.

Pero, como ya se ha dicho, la labor de Machado no se limitó a las aulas. Baeza supuso para el escritor un viaje interior y de profunda reflexión que sería el germen de su inmediata madurez intelectual. Había llegado a Baeza tras la repentina muerte de su esposa Leonor ese mismo año, aspecto que probablemente acentuó su personalidad silenciosa. «Soy más autoinspectivo que observador y comprendo la injusticia de señalar en el vecino lo que noto en mí mismo», decía.

Encuentro con otros escritores

Los años baezanos suponen también el encuentro con un joven Federico García Lorca, que visitó por primera vez la ciudad en 1916 y a quien Machado dedicó unos versos. Pero, sobre todo, son los años de las cartas a Miguel de Unamuno y de la correspondencia con intelectuales como Ortega y Gasset o poetas como Juan Ramón Jiménez. Todos ellos eran escritores y pensadores preocupados por su tiempo, nuevas generaciones de intelectuales que como la llamada Generación del 14 (a la que perteneció Ortega) se esforzaron por hacer cultura en una España convulsa que acabaría desembocando en la dictadura de Primo de Rivera en 1923.

En unos tiempos difíciles como aquellos vemos elevarse la personalidad de Antonio Machado, y así lo refleja este año conmemorativo. Dado que los tiempos de hoy no son muy distintos a los de entonces, cabe quizá que tomemos en consideración estas líneas del propio autor: «Tengo un gran amor a España y una idea de España completamente negativa. Todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo. Mi vida está hecha más de resignación que de rebeldía; pero de cuando en cuando siento impulsos batalladores que coinciden con optimismos momentáneos de los cuales me arrepiento y sonrojo a poco indefectiblemente».

Ahora, viajemos a Baeza.