Fueron miles los espectadores los que acudieron al Salón de los Rechazados a contemplar a Olympia, pero no para admirarla, sino con el único fin de exigir su inmediata retirada, y algunos, los más listos, reírse un poco con ella y pasar así un buen rato.

La obra no había sido aceptada en el Salón Oficial, yendo a parar a la sala de exposiciones que abriera Napoleón III con el único fin de acoger las obras pictóricas rechazadas y poder evitar así enfrentamientos con la bohemia.

Este escándalo permitió a Manet poner en tela de juicio los postulados emitidos por el Salón, y con ellos a los artistas que los entendidos apoyaban a ultranza, en dos palabras, el arte académico. El hecho de que hoy en día muy pocos de aquellos autores sean recordados y que Manet sea, en cambio, uno de los pintores más aplaudidos y cotizados, demuestra que el pintor no sólo logró sacudir los cimientos sobre los que se asentaba la burguesía parisina, sino que el temblor fue tal que logró abrir una puerta que desde entonces nadie ha sido capaz de cerrar. ¡Y que alguien se atreva!, que tal y como ha cambiado la historia, serían hoy los críticos de arte y los galeristas los que se le echarían encima, como hicieron en su momento los académicos con Olympia.

Sin jurado ni premios

Manet abrió una puerta que cambiaría la historia del arte y detrás de la cual se asomaba un nuevo camino, la primera parada fue el Impresionismo, que vino de la mano de la Société des Artistes Independants. Formada en París en el verano de 1884 bajo el lema “Sin jurado ni premios”, la sociedad, autorizada por el Ministerio de Bellas Artes, organizó una exposición que sacó a la luz el trabajo de más de 400 artistas, vetados hasta entonces por no seguir el camino establecido, el de la Academia.

El propósito de esta sociedad era permitir a los autores presentar su obra al público sin intermediarios y con una completa libertad. Habría que esperar a 1920 para que la Société des Artistes Independants lograra tener como sede el Grand Palais de París.

Hoy, casi 100 años después, el mismo lugar acoge la onceava edición de ARTPARIS, y no puedo sino entender esta feria como el siguiente paso en el camino emprendido por Manet en 1865, una digna sucesora de las exposiciones organizadas por los independientes a principios del siglo XX.

A través de las ciento quince galerías que han asaltado hoy el Grand Palais, los coleccionistas, profesionales y amantes del arte pueden tener acceso a piezas de pintura, escultura, dibujo, fotografía, vídeo, instalación y performance, ya sea para comprar o para pasar un buen rato, y, por qué no, reírse un poco. Lo cierto es que hoy en día se escuchan pocas risas en los museos y en las ferias. El público comprende, o al menos hace que comprende, piezas tan controvertidas como el tiburón de Damien Hirst o el autorretrato de Marc Quinn, hecho con su propia sangre coagulada, y que posee Charles Saatchi.

Hoy, miles de espectadores podrán contemplar obras de Frederick Delangle, Jorge Queiroz, Jaume Plensa, John Andrew Perello o Hervé di Rosa, piezas, la mayor parte de las veces, controvertidas y provocadoras, que se asemejan en gran medida a aquellas expuestas por los independientes a principios de siglo por su carácter innovador y transgresor.

Busqueda de hipótesis

Las ferias de arte de hoy existen gracias al esfuerzo que todos estos artistas realizaron en el pasado para reivindicar su lugar en la historia y ampliar las miras de la sociedad y de la crítica que les rodeaba. Se han dado muchos pasos para llegar al punto en el que hoy nos encontramos, pero algunas cosas se han quedado también en el camino, una de ellas, la risa.

Al igual que en su momento el público no entendió la Olympia de Manet, o los Ready-Made de Duchamp, seguramente a lo largo de estos días mucha gente no logre entender tampoco muchas de las piezas que se exhiben en ARTPARIS. Es por esto que, aunque nos encontremos en el mismo lugar, y el espíritu sea en parte el mismo, algo ha cambiado profundamente. El público que antes se escandalizaba y se irritaba ante estas obras, hoy se para y contempla, creando o buscando muchas veces hipótesis complicadas y llenas de significados controvertidos.

Distintas formas de mirar

Nos hemos acostumbrado al arte actual, la gente, el mercado y los coleccionistas, que son los actuales académicos, pues en parte dictan las normas y leyes que deben regir al arte, aceptan y valoran las piezas más escandalosas y más rompedoras. Para dar fe de esto, no tenemos más que fijarnos en las cifras millonarias que dichas piezas alcanzan en el mercado, y que puede que también alcancen esta semana.

Por esto les invito a visitar ARTPARIS, porque una feria que da cabida a 800 artistas es realmente una feria en la que nos vamos a encontrar 800 formas distintas de mirar, que a su vez se enfrentarán con la nuestra. Vayan, contemplen y juzguen por si mismos, si no entienden algo no se dejen llevar por la miradas de los demás, y si en algún momento sienten la tentación de reírse, ríanse. Porque si algo quiso reivindicar Manet es que en el fondo nadie dicta las normas y todos podemos ser críticos de arte.