En cuanto a la historia de El Calvario a partir de su llegada a España, en un primer momento, Felipe II decide su instalación en la capilla del Palacio del Valsaín (cerca de Segovia), antes de su traslado definitivo a su recién creado Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, donde figura entregado oficialmente en 1574, instalado en el altar mayor de la Sacristía de El Escorial. Allí permaneció hasta la reorganización decorativa de la sala por parte de Diego Velázquez en 1656, pasando a presidir la Librería del Coro, hasta que a finales del siglo XIX se redescubrió su importancia y se trasladó a la zona de visita del Monasterio para poder ser admirarlo en toda su grandiosidad.

Primera restauración

 

La importante restauración llevada a cabo por el Museo Nacional del Prado entre 1945 y 1947 contribuyó a cambiar la opinión generalizada de la crítica especializada en Rogier Van der Weyden, quienes consideraban que su estado de conservación era tan precario que la obra estaba casi perdida. Pero la eliminación de los numerosos repintes, algunos de ellos escandalosamente levantados y que enmascaraban la mayor parte de su superficie pictórica, permitió valorar las relativas buenas condiciones en que se encontraba la obra en las partes principales de la escena y recuperar su impresionante belleza artística y maestría técnica.

Esta nueva intervención a la que se va a someter El Calvario, en el marco de colaboración del Museo Nacional del Prado y Patrimonio Nacional, va a permitir extraer una serie de conclusiones muy importantes para el conocimiento de esta obra fundamental de la pintura, así como devolverle su verdadero aspecto.

Estudio técnico previo

El estudio técnico previo a la restauración nos dará las pautas fundamentales sobre el estado físico real de la obra y sobre el proceso de intervención a llevar a cabo por parte de los restauradores. Para ello se contará con la aplicación de las más nuevas tecnologías de laboratorio aplicadas a la intervención de obras de arte en la actualidad: macrofotografías, reflectografías infrarrojas, radiografías, análisis estratigráficos, etc.

Tras esta primera fase técnica, que durará varios meses, se pasará al tratamiento de su complicado soporte de madera y a la restauración propiamente dicha, en la que intervendrá personal especializado, tanto del Museo Nacional del Prado como de Patrimonio Nacional. También será fundamental el asesoramiento científico del equipo de conservadores de ambas instituciones, que aportará la información historiográfica y documental más estrechamente ligada a la obra.

 

Informe sobre el estado de conservación de El Calvario 

El Calvario de Roger van der Weyden es un cuadro de grandes dimensiones (244 x 193 cm) que está configurado por trece paneles de roble sobre los que se asienta la preparación y la capa pictórica. Por lo tanto, y como sucedió con la reciente intervención en las tablas de Adán y Eva de Durero, el planteamiento de soluciones es una tarea conjunta entre el restaurador de soporte y el restaurador de la superficie pictórica.

Tras la realización de los estudios técnicos y análisis necesarios, cuyo objetivo es incrementar la documentación técnica de la obra y ofrecer apoyo a los trabajos de restauración, se procederá como primera medida al tratamiento del soporte.

Soporte

Un soporte de estas dimensiones, fabricado con tablas en sentido horizontal, es por sí mismo estructuralmente frágil, ya que todo el peso de los tablones recae sobre el inmediatamente inferior, acumulándose grandes tensiones que han provocado, entre otras cosas, deformaciones en forma de teja en el cuadro.

En cuanto a roturas en el soporte, aunque en una primera impresión sólo se aprecia una grieta que divide el cuadro en dos mitades, tras un estudio más profundo se aprecian multitud de fisuras, muchas de las cuales son coincidentes con las juntas de panel. Estas roturas han sido causadas por el bastidor de pino en retícula, un incorrecto sistema de sujeción con el que se trató de aplanar el soporte y conseguir una superficie uniforme de la pintura. Desafortunadamente, estos barrotes no permiten el movimiento natural de la madera, y las enormes tensiones creadas han provocado la separación de los paneles y la aparición de grietas y aberturas, muchas de las cuales estas ya fueron tratadas, al menos una vez, tal y como se aprecia en los repintes y perdidas que son visibles en la capa pictórica.

La colocación de esta “cárcel” de madera y el encajar la estructura a modo de cuarterón dentro del marco, propició la transformación de una curvatura regular y natural de la madera a tres “tejas” que se marcan claramente sobre la superficie y que distorsionan la lectura de la escena.

Capa pictórica

Se observan grietas, pérdidas y desgastes, daños que han sido agudizados por las distintas limpiezas llevadas a cabo en sucesivos tratamientos. El deterioro más importante de la superficie pictórica parece concentrarse en la mitad inferior de la obra, la más próxima al espectador; la recuperación de la unidad de esta zona es de gran importancia, ya que sugiere la profundidad de la escena y desde aquí se elevan y asientan las tres figuras que forman la composición.

Toda la superficie presenta grandes repintes que se han alterado con el paso del tiempo, produciendo numerosas manchas opacas. Son discernibles a simple vista los densos repintes amarillentos que cubren tanto las pérdidas y como la pintura original alterando, por ejemplo, la textura y las frías tonalidades de la piedra, en la base de la cruz o los tonos oscuros de la madera de la cruz, ahora de aspecto opaco y denso, escondiendo las calidades y transparencias propias de las pinturas de Van der Weyden.

En los ropajes blancos es donde mejor se aprecian los desperfectos producidos por los retoques: grandes superficies de repintes, extienden su tono azulado más allá de las pérdidas, invadiendo la pintura original, rompiendo las formas y alterando los volúmenes.

Aunque es en las carnaciones de las figuras donde encontramos la pintura mejor conservada, también aquí se aprecian numerosos daños y repintes, especialmente en el cuerpo de Cristo, donde existen fuertes desgastes de las sombras originales en las piernas y manchas azuladas de retoques alterados, que rompen todo el efecto de peso y volumen.