Me encontraba agotando la última copa en un bar medio clandestino, del que obviamente voy a omitir el nombre y la dirección, donde te permiten fumar en la barra por encima de lo que diga la ley. Yo no fumo, lo dejé hace más de 30 años, pero el olor a tabaco mientras apuro los últimos sorbos de una ginebra indescriptible, con un sabor entre aquel linimento Sloan que usaba mi abuela y el aftersun de un todo a cien, me produce sensaciones que soy incapaz de describir, pero que me sitúan en un tiempo y en un espacio que me recuerda, a cada instante, el continuo equilibrio que tengo que hacer para no seguir cayendo por entre las horas que recorren la noche y me llevan a la madrugada.

En la barra ya solo quedábamos un tipo que apuraba el último sorbo de un cubalibre; una mujer, que tenía clavada su mirada en la botella de cerveza que estaba bebiendo, el camarero y yo. El otro tipo pagó y se marchó, entonces la mujer se me acercó y me dijo:

—Si me invitas a una copa te cuento una historia.

—Si me dejas tranquilo te ahorro el cuento —Le contesté casi sin mirarla.

—Vaya, un tipo duro. —Yo seguí atento a mi copa, pero ella estaba decidida a contar su historia. Casi con indiferencia se puso a girar la botella en una y otra dirección hasta que se decidió a continuar hablando.

—¿Sabes lo que es ser famosa?

—Yo soy famoso.

—¿Eres famoso?

—Sí, tengo un periquito en casa que me aplaude cada vez que me ve. —Le contesté mirándola fijamente a los ojos. —Se quién eres. Vi tu última película. La crítica dijo que tenías las piernas más hermosas del cine español. —Mi comentario la dejó un poco perpleja, seguramente porque no esperaba que nadie la reconociera. Tardó unos segundos en reaccionar.

—¿Y las tenía?

—No sé, no me quedé hasta el final.

—Tranquilo, no eran mías, eran de una doble.

—También leí la noticia de tu muerte, así es que no sé si he cruzado alguna frontera y no me he dado cuenta o es que esta ginebra que estoy bebiendo lleva alguna cosa más.

—Esta noche mi camino se limita a la cebada. —Y alejándose de mí, se recogió en la barra pidiendo otra cerveza.

—Olvídalo. ¿Quieres dar un paseo? —Le dije abandonando los altos muros de mi castillo protector. Ella me miró entre la incredulidad y el desprecio, entonces yo insistí. —¿Quieres dar un paseo? —Pensé que no era necesario ponerse grosero y que una historia más o menos, a esas horas de la noche, tendría poca importancia. Ella quería contarla o necesitaba contarla y yo no iba a oponer más resistencia. —Venga, vamos y me cuentas esa historia. Aquí van a cerrar y me conozco otro sitio donde nos pondrán la penúltima.

Las calles ya habían empezado a mojarse con la escarcha de la mañana, mientras asomaban las primeras luces aún instaladas en un púrpura oscuro. Llegamos a la cafetería Colás, que abre al público a las seis, pero desde las cinco, mientras preparan, dejan entrar a todo el que toca en la puerta.

—Veo que te conoces bien el mapa de tu ciudad.

—Bueno, nunca me fue mal la geografía. ¿Y esa historia? Con un café cargado de anís soy todo oídos. Aquí te lo sirven con las medidas perfectas.

—¿Anís? La hora que es yo no podría. Me tomaré otra cerveza y en cuanto a la historia…

—¿Estoy hablando con una muerta? —Ella se llamaba Amelia Ortigosa y había sido una actriz que en poco tiempo alcanzó una cierta fama en el cine español. Sexi, hermosa, con carácter, muy en la línea de Kim Novak, pero que pronto desapareció y en algún periódico salió la noticia de su muerte.

—Es una historia tan aburrida como otra cualquiera. Se me presentó la oportunidad de desaparecer y la aproveché.

—Creí que la historia iba a ser nueva. Eso es muy común.

—Ojalá yo también tuviera un periquito que me aplaudiera cada vez que regresara a casa. —Guardé un largo silencio mientras ella daba un trago a la cerveza y buscaba en su memoria algún recuerdo que no la hiciera tambalearse mucho. —Llevo dos años durmiendo en hoteles, en habitaciones prestadas, en rincones indescriptibles, en trenes que me llevan a sitios que no conozco…

—Si quieres te presto un poco del pozo por el que yo estoy cayendo o, si lo prefieres, en casa hay una habitación en la que puedes dormir tranquila. Deja la cerveza y vámonos.

Se cogió a mi brazo y, como si lleváramos mucho tiempo recorriendo un largo camino juntos, tomamos la dirección de mi apartamento. El camino fue un silencio compartido, saltando los charcos que se habían ido formando entre la escarcha y el agua de riego de los barrenderos. El frío y la humedad se habían hecho dueños de las calles.

—Aquí tienes un dormitorio, la ducha y unas toallas. Al final del pasillo está la cocina.

—No tienes periquito.

—Me abandonó hace tiempo. Ahora es presidente del Club de Amigos de Tarzán.

—¿Y tu habitación?

—Es esa puerta.

—¿Y si la cruzo?

—Nunca se sabe. Puede que encuentres a un tipo durmiendo o puede que te esté esperando. Nunca se sabe.

—¿Y si tú cruzas la mía? No me respondas. No digas nada. Voy a darme una ducha.

Y estuve escuchando correr el agua como una música que iba acercándose. Noté su sombra dibujándose en la puerta de mi habitación. Estaba totalmente desnuda, pero yo no dije nada. Hice como si durmiera. Allí estuvo parada un buen rato, luego se fue y pude escuchar cómo deshacía la cama para acostarse. Después vino el silencio, la soledad, los pensamientos y por fin, el sueño.

Me levanté sobre las doce del mediodía. Encima de la mesa de la cocina había una cafetera preparada con café aún caliente y una nota:

— Si ves que no vuelvo y quieres verme otra vez, me hospedo en el Meliá de Flomesta. Pregunta por Carmen Sarabia, es mi nuevo nombre. La próxima vez que te vea te regalaré un periquito fiel para que te aplauda cuando regreses a casa y no te abandone.

Amelia Ortigosa

En la habitación donde había dormido todavía se respiraba su perfume. Es una sensación extraña, pero su presencia se notaba en la casa y el tono de su voz, una mezcla entre derrota y cerveza, resonaba aún en mi cabeza. Estuve todo el día pensando en ella. Lo tenía muy fácil. Sólo con acercarme al hotel o hacer una llamada telefónica hubiera sido suficiente pero, sumergido en esos pensamientos de indecisión, se pasó la tarde y llegó la noche y luego la madrugada y, pasando de puntillas por el sueño, comenzó de nuevo la mañana.

A medio día decidí ir a buscarla y dejar a un lado las continuas angustias y miedos que me tienen apartado del mundo y sometido a una espiral de soledad de la que no encuentro la forma de salir. Este era el momento.

Llegué a la recepción y pregunté por ella, por Carmen Sarabia, y el recepcionista me entregó un sobre que contenía una nota:

—Ayer te compré un periquito para regalártelo cuando te viera, pero me gustó su forma de aplaudir y lo llevé conmigo. Te buscaré la próxima vez que venga por esta ciudad. Por cierto, no uso dobles. El crítico tenía razón, las piernas eran mías.

Amelia Ortigosa

Más sobre el III Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz

El acto de entrega del II Premio Internacional de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz congregó a alrededor de 250 personas. Foto: Rodrigo Valero.
Acto de entrega del II Premio Internacional de Cuentos Breves ‘Maestro Francisco González Ruiz’. Foto: Rodrigo Valero.

hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, convoca la tercera edición del Premio Internacional de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz, que incluye un primer galardón dotado con 3.000 euros y un segundo reconocimiento dotado con 1.000 euros. Además se establecen dos accésits honoríficos.

Los trabajos, de tema libre, deben estar escritos en lengua española, ser originales e inéditos, y tener una extensión mínima de 250 palabras y máxima de 1.500 palabras. Podrán concurrir todos los autores, profesionales o aficionados a la escritura que lo deseen, cualquiera que sea su nacionalidad y lugar de residencia. Cada concursante podrá presentar al certamen un máximo de dos obras.

El premio constará de una fase previa y una final. Durante la previa, cada semana el Comité de Lectura seleccionará uno o más relatos que, a juicio de sus miembros, merezca pasar a la fase final entre todos los enviados hasta esa fecha. Los relatos seleccionados se irán publicando periódicamente en hoyesarte.com. Durante la fase final, el jurado elegirá de entre las obras seleccionadas y publicadas en la fase previa cuáles son las merecedoras del primer y segundo premio y de los dos accésits.

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Fechas clave

Apertura de admisión de originales: 10 de enero de 2022

Cierre: 24 de junio de 2022

Fallo: 10 de octubre de 2022

Acto de entrega: Último trimestre de 2022