El número 46 en la carrera de Dylan es el disco de un hombre que sabe, un hombre que conoce y disfruta la vida. Suena a sur de los Estados Unidos, a frontera con México, a garito de Nashville. Y sabe a bourbon, a whisky americano de taberna. Una taberna donde se reúnen los mayores del lugar para pasar el rato mientras una banda músicos desconocidos toca esa mezcla de blues, americana, rock y folk que nos brinda Bob Dylan.

El álbum empieza trasladando al oyente de inmediato a ese ambiente. Sentado en un salón de iluminación tenue, sombreros de cowboy, botas con espuelas, olor a humo de tabaco y sabor a whisky on the rocks mientras una banda comienza a tocar en un ajustado escenario. Suena Beyond here lies nothing, la primera canción del disco. La voz rota y áspera de Dylan se acomoda perfectamente a la armonía cadenciosa de la banda. Una armonía que suena a americana, acompañada por una trompeta mariachi y una guitarra sudorosa.

El ingrediente principal

Las diez canciones que forman Together through life (Columbia, 2009) tienen al blues como principal aliado. Piedra angular sonora a la que se suman el folk en This dream of you (donde Dylan recuerda al Dylan de Desire) o el rock más ancestral en Jolene.

Guitarras, acordeón, banjo, mandolina, trompeta, steel guitar, bajo y batería; la selección de instrumentos no es casual. Pero tampoco forzada. Simplemente es natural y consecuentemente necesaria. Para poder sonar bien y para que cada instrumento tenga su lugar y su merecido protagonismo a lo largo del disco. Los músicos que acompañan al de Minnesota no pertenecen a un all-stars de virtuosos solistas de estudio que interpretan partituras desalmadamente. Se trata más bien de compañeros de viaje y talentosos músicos que simplemente disfrutan tocando junto al viejo Bob.

Bella voz ronca

Con los años, la voz de Dylan suena cada vez más raspada. Mejor no buscar en este disco a aquél que cantó con cierta belleza Knockin on heavens door y Blowin in the wind. Porque no lo vamos a encontrar. En su lugar encontramos a un hombre de 68 años que no busca más que cantar adecuadamente una música que exige más alma y sentimiento que técnica.

Ya lo intentó en Modern Times (Columbia, 2006) y aunque también es un gran disco, la voz no acabó de convencer. Sin embargo esta vez consigue transmitir dolor y nostalgia y sonar chulesco a la vez (rasgos fundamentales en el blues), y como resultado consigue inundar de una sensación de empatía al oyente.

El eterno aspirante a premio Nobel de Literatura nos brinda esta vez unas canciones cuyas letras sarcásticas y abiertas a diferentes interpretaciones evolucionan en la misma dirección que su música; hacia la madurez.

No se lleve la botella, camarero

Together through life podría haberlo firmado cualquier bluesman desconocido de esos que tocan en tabernas de Nashville y hubiera pasado desapercibido. Pero lleva el nombre de Dylan, y eso lo diferencia. Eso le da autenticidad, le añade el bourbon, el humo, el sombrero de cowboy, en un garito recóndito y poco iluminado. Para saborearlo con calma.